martes, 16 de enero de 2018

Antes de que me olvides

Antes de que me olvides me gustaría escribirte un poema. Al que siempre volver cuando haga frío, en las noches oscuras de invierno en las que uno parece no saber nada. Y vuelve al calor de un recuerdo. ¿Dónde quedará el calor cuando ya no te quede nada? Estoy sobreviviendo a base de olvido. Supongo que eso hiciste tú. Eso te hizo tu cuerpo. Sobrevivir. No sé por qué, pero a veces nuestro cuerpo se enfrenta a nosotros mismos, y nos hace afrontar nuestros mayores miedos. (Mierda, ya estoy llorando. Seguro que si estuvieras sentada a mi lado, me dirías que dejase eso que me hace llorar. Que la vida es otra cosa. Que aquí estamos para ser feliz. A mí, a la niña del verso triste. Tú nunca te rendiste). Pero ayer se te olvidó mi nombre. El mío. Fue el primero. Y no pude evitar decírtelo. Yo, que sé muy bien que hay que dejar pasar el hecho por alto, me giré y te repetí mi nombre mirándote a los ojos con un no me olvides grabado en la retina. Las miradas y los sentimientos son lo último que se olvidan. De eso sí que sé un rato. Al segundo, recitaste una retahíla de nombres que tenían que ver conmigo, era tu forma de decirme: no te olvido. Y yo sonreí. Y salí de la habitación con el alma rota, pero con una promesa entre los labios. Este no es el poema prometido, ni siquiera tiene pinta de relato, pero aquí va el alma entera, y hecha pedazos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario