jueves, 16 de febrero de 2017

catorce.



Nunca había creído
en los catorce
de febrero.

Y entonces Rimbaud,
y entonces Monet, 
y Víctor Man, 
y Cortázar,
y mi alma blanca
como un lienzo 
aún sin estrenar
comenzó a llenarse de color.



¿Y si

-por primera vez-

no me estoy equivocando?

miércoles, 15 de febrero de 2017

Perdón por olvidarte, amor.





Perdón por olvidarte, amor.

Perdóname. Yo nunca quise.

Perdóname, mi amor.


Tenía la intención
de estar siempre
esperándote. De intentarlo,
una y otra vez,
hasta que por fin,
nos saliese bien.

Mi amor.

Perdóname.

No quería
olvidarte.

Pensaba pasarme la vida
esperando a ver
si un día volvías
a decirme que todo fue un error,
amor.
Que te quedabas conmigo.

Y en esa espera
llegó el vino
los bombones
y algo nuevo para mí:
amor.

Mi vida se ha llenado
de magia
mis días ya no llueven,
No sé
si lo comprendes.

Un huracán arrasó
con tanta fuerza
que me arrebató
el cariño y la intención.

Y ahora ya no sé quererte
ni pensar en ti,
mi amor.
Tu normalidad
se vuelve banal
y lo extraordinario
me trae de vuelta
los sentidos.

Ay, amor.
Cómo desearía
que hubieras sentido conmigo

la magia

de unas velas encendidas
en una mesa tan pequeña
como el hueco que debía haber
entre tú y yo
aquella mañana de invierno.

Ay, amor.
Cómo quise aprender de esta manera
-tan dulce-
a asustar al miedo.

Ay, amor.
Cómo te explico yo ahora
todo este amor.




Hace unos días quise comprar unas flores para la mesa del salón. -Papá, ¡voy a poner unas margaritas!- le dije a mi padre muy emocionada. Mi padre se sonrió y aunque no repitió en voz alta que siempre me olvido de regarlas, me dijo: y, ¿no será mejor que riegues esa tan maravillosa que tienes? La que está ahí a pesar de todo. Verde. Fuerte. La única que ha resistido a ti.- Yo encogí los hombros y seguí deseando mis margaritas. Ahora te he conocido, y he comenzado a regar mi planta verde a diario. Quiero que se quede, ¿sabes? Quiero mimarla. Ya no me gustan las margaritas. A veces me olvido, porque no puedo evitarlo, pero ella aguanta y juraría que la he visto sonreír. Creo que es tu luz. Quizá tu color. Quizá seas tú, que estás y eso es suficiente para seguir con vida.

Por favor:

Quédate.




Por supuesto que necesito de ti.

Necesito que me llames por teléfono cuando quieras.

Sin pedirme permiso.


Te quiero.

Y cuelgues.

Necesito que te recuestes en mis piernas.

Y leerte en alto un pedazo de un libro con el que lloré esta tarde.

Y que me digas qué sientes al escucharlo.

Y decirte por qué me he emocionado.

Necesito que me digas guapo.

Porque a veces me siento muy feo.

Otras no.

Pero las veces que sí.

¡Pues guapo!

Necesito que me comas entero.

Y te lleves con la lengua todo los pensamientos horribles.

Que a veces me hacen temblar.

Necesito sentir que me deseas.

Pero no como a un helado o a Tom Hardy.

Sino que deseas hundirte en mí.

Expandirte y contraerte.

Y dejar un charco después de mirarme.

Necesito que cuides de mí.

Enseñarte la bolita de mi pie.

Y que me la beses y me digas que no es nada.

Necesito que me dejes espacio.

Y que crezcas sin mí.

Admirarte por todo aquello que eres cuando no estoy yo.

Necesito que me abraces de noche.

No tiene que ser toda la noche.

Solo un rato.

Porque los monstruos existen,
porque el paro existe,
porque el dinero existe,
porque la muerte existe,
porque la enfermedad existe,
porque las catástrofes existen,
porque las frustraciones existen,
porque la coliflor existe.

Y luego ya cada uno a lo suyo en su lado.

Necesito que me comas el glande por la mañana.

Y la garganta.

Para arrancarle segundos a la rutina.

Necesito que estés presente.

No buscando algo mejor.

No queriendo estar en otro lugar.

Estar presente.

Necesito que me acompañes.

Porque yo puedo solo.

Pero no quiero poder solo.

No quiero más solo.

Necesito sentir que he amado.

Y que me han amado.

Que he estado en el mundo.

Y el mundo ha estado en mí.

Que aproveché esta oportunidad.

Necesito de intimidad para aguantar en público.

Me dará igual si nunca me regalas nada.

Me dará igual que no te acuerdes del día del cumpleaños de mi hermana.

Me dará igual que te quedes sin batería todo el rato.

Me dará igual que no sepas escribir lavabo.

Me dará igual que te guste el fútbol.

Me dará igual que cantes a Nicky Jam mientras limpias.

Me dará igual si engordas.

Si te quedas calvo.

Si pierdes un diente.

O un dedo.

Pues vaya.

Todos cambiamos, ¿sabes?

Lo único que necesito son dos días contigo.

Y que si se convierten en treinta años.

Genial, oye.

Pero si son dos días.

Joder.

Qué dos días.

Serán.

Y los guardaré dentro.

Con todas las cosas bonitas que me pasaron.

Durante el tiempo que habité el planeta Tierra.



-Roy Galán-

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y que seas tú

viernes, 3 de febrero de 2017

Auxilio. Intento de Novela. Parte I.


Intenté tocar todas las puertas antes de lanzarme al vacío. Llamé primero a amigos, continué gritando auxilio en silencio a los conocidos, vecinos, amigos de amigos. Finalmente, puse todo mi peso sobre los hombros heridos de mis padres. Con su sangre hicieron que mis lágrimas supieran menos amargas. Pero comprendí que aquella no era la salida. Seguí intentándolo con cada persona que había formado parte de mi vida durante los últimos 28 años. Nadie. No quedaba absolutamente nadie. Y cometí el error de culparme por ello. Nunca supe relacionarme con el resto de una forma humana. Siempre fui o todo o nada. Y he ahí mi recompensa. Fue al tiempo que comprendí, que nada podría haber hecho yo para que alguna de esas puertas se abriesen. Vivimos en un mundo tan frenético que los timbres han dejado de sonar. Y nosotros hemos dejado de contestar. Nos lamentamos tiempo después de lo que podríamos haber hecho antes. Nos cargamos ese peso a la espalda y continuamos como si nada. La sonrisa se nos va volviendo mueca insípida. Y el mundo sigue girando.

jueves, 2 de febrero de 2017

Hemos vuelto.

Hemos vuelto.
Mi padre cree que es un error. Y, para serte sincera, yo también. Pero qué es el error si no un amor. Perdón, quiero decir: que es el amor si no un continuo error. Perdón. Me paso el día pidiendo perdón por errores que no he cometido. Un día, de aquellos, en los que aún hablábamos, llegamos a la conclusión de que el amor es cambiar tus líneas rojas por naranjas. Líneas rojas. ¿Cuáles eran tus líneas rojas? ¿Las cambiaste a naranja alguna vez? ¿Tornaron en cierto momento a amarillo? Quizá no soportabas esa forma mía de apretar el limón, y lo cambiaste a un simple: no lo hagas así. O quizá era el desastre de mi vida y de mi cabeza. Tal vez dijiste que nunca estarías con alguien incapaz de planear el futuro. Nunca lo supe. Y supongo que nunca lo sabré. Hemos decidido dejas atrás el pasado. Pero, ¿eso es posible? Yo sigo tomando café, salpicando cuando aprieto el limón, y vaciando el tubo de pasta de dientes por el medio. Sigo siendo huracán. Y tú sigues fumando a escondidas. ¿Por qué queremos cambiarnos? ¿Por qué no huimos para siempre? ¿Por qué sigo estando tan enamorada como el primer día que te vi en aquella sala blanca, como una luz, la de mi salvación? ¿Por qué no dejo a nadie entrar en mi vida? ¿Por qué sigo teniendo la hendidura de tu cuerpo en mi sofá? ¿Por qué no consigo sacarte de mis versos?



(Fotografía: Elliot Erwitt)