jueves, 26 de enero de 2017

Desastre natural.



Hoy
-nuevamente-
me he sentido un desastre.
Mas un desastre precioso.
Se me rompen las uñas
y se me cae el pelo.
Parezco otoño.
Anticipándome al invierno
de los días sin ti.
Pero hoy, he vuelto a reír.
A comprender que, a veces,
rompemos cosas
para que otro pueda venir
a arreglarlas.
A veces nos rompemos
a nosotros mismos y alguien

viene

con su sonrisa y su mirada limpia
de juicios. Y nos arregla un poco.

Y con eso basta.
También, a veces,
suena una carcajada
escandalosa
y toda una calle se gira.
Y es lo justo para que dos
almas puras rompan
a reír.
Y yo, con toda mi pena a cuestas,
me tapo la boca como si el ruido
de la vida pudiera contenerse,
como si un dedo
pudiera ocultar el sol.
Y tú, con todo ese peso
a la espalda,
sonríes pensando que mañana
será aún mejor.
Pero hoy,
aún es otoño,
y dices que soy
el desastre más bonito
que hayas visto jamás.
Y yo, por primera vez,
estoy feliz de ser
este maldito desastre natural.










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lunes, 23 de enero de 2017

1440.



Te echo de menos.

Unas 1440 veces al día.

Una vez por minuto.


Tampoco es tanto, ¿no?

Creo que puedo vivir así.

Al menos un tiempo.

No sé si aguantaré mucho.

Hoy me han preguntado por ti

De la forma más cruel

Que pueden hacerlo.

Me han preguntado por nosotros.

He salido corriendo.

El señor de la tienda,

se ha quedado con la barra de pan

en la mano.

Y una pregunta sincera

sin respuesta

en los labios.

No he vuelto.

No sé nada de ti.

Y eso

No es justo para mí.

Mi etapa contigo ha sido la única

en la que he querido vivir a cada instante.

Sí, a veces, quiero morir.

Pero no lo hago.

Contigo, con todo

solo quería vivir a cada instante.

Aún creyéndote eterno.

Qué triste esta espera

de olvido.

Qué tristes estos versos

que jamás serán leídos.




(Fotografía: Chema Madoz. Say No. )



domingo, 22 de enero de 2017

Hasta la melodía más esperanzadora puede sonar melancólica de manos de la tristeza.
Perdóname, por no encontrar otra manera de salvarme
que no implicara abandonarte. 


-Elvira Sastre-


Al menos aquí solo hace frío.

Mucho frío, sí.

Pero existe la posibilidad

de seguir vivos.

Hacemos fuego

calentamos algo de agua

y pasan las horas heladas.

Contamos historias

Y solo

Han muerto cinco.

Ya no nos persiguen.

Aunque nos cierren las puertas seguimos

Vivos.

Sabemos que hay gente al otro lado

del muro

que nos ha traído esperanza.

Contamos historias a los niños

Les decimos que existen ángeles,

Personas de mirada limpia

Y gran corazón

Que piensan en nosotros al dormir

Y, a veces

-aunque la mayor parte del tiempo no,
es verdad-

Eso es suficiente para seguir.

Nos morimos de frío,

Estábamos muertos de guerra.

Siempre batallando

Sin haber querido formar parte

Del combate.

No queremos entenderlo.

Queremos regresar.

Hacerlo bien.

Trabajar.

Y ser uno de esos ángeles,

De mirada limpia,

Que nos salvaron cada día

Solo pensando que allá, al otro lado

De la frontera

Seguía habiendo vida.

Mi hijo quiere ser médico.

Porque todos los días, Gonzalo

Viene, y le abraza para que entre en calor.

A pesar de los parásitos, la sarna y las infecciones.

Gonzalo, viene. Se quita la chaqueta, y le abraza tan fuerte que creo que es el amor lo que le mantiene con vida.

Mi hijo cree que la medicina es un abrazo.

Aquí no tenemos medicinas.

No suficientes.

Me basta con que mi hijo sepa

Que la esperanza

Será su salvavidas

Y que en Siria,

o en España,

Será el mejor médico

Que haya habido nunca.

Porque sobrevivirá.



Nina Simone




Talento y desolación.

Me pregunto si no son dos palabras que siempre van cogidas de la mano.


Me pregunto si cuando el mundo te duele tanto, la única salida no es el llanto.

Me pregunto si querer perderse en la locura por evitar adentrarse entre mortales sigue considerándose pecado.

La única forma de hacer soportable al talento es convertirlo en arte.

El talento te desgarra, te hace añicos, te destroza todas las vidas que resurgen a cada instante.

Porque te hace consciente y vulnerable a cada pestañeo.

Deseas no ser diferente.

Odias

serlo.

Odias

todo

lo que te ha llevado a vivir en un mundo de gente diferente

a ti.

Y quieres volar lejos.

Y quieres quedarte.

Porque dolor y placer

son parte de un mismo verbo.

Vivir.

Y puedes sentirlo

y puedes llegar a oler

la vida

en un simple escenario.

O sentir las gotas de lluvia

reconstruir tu piel.

Puedes perderte

en unos ojos

o en el abismo

que es la existencia

de un espíritu

libre.

miércoles, 18 de enero de 2017

Forgive me, first love.





Tengo que contarte algo:

No quisiera asustarte, ni que salieras corriendo. Pero me parece importante hacértelo saber. Estoy rota, hecha pedazos, trizas, trocitos pequeños, como quieras decirlo. Pero no estoy entera, ni lo estaré nunca. Eso no es malo, ¿sabes? Es solo que a veces llueve, y en otras personas la lluvia no cala, o hace una simple gotera. A mí me arrasa a caudales por cada cicatriz, me sale por todos lados y acabo haciendo un río de lágrimas. Tranquilo, sería raro que me rompiera aún más. No sé si siquiera si esto es posible. Seguramente sí, pero no me gusta pensarlo. Solo quiero contarte que a ratos largos me verás inundarlo todo. Pero también que cuando entra el sol se me sale por los poros, y mis huecos hacen unas formas preciosas, joder. Hasta a veces me asombro yo misma cuando veo el sol salir por mis heridas. La proyección de la luz en ese momento es tan impresionante que parezco no tener un solo rasguño. Y eso da pie a engaño, ¿sabes? Y yo no quiero engañarte, ni que te enamores de esa parte de mí que no soy yo. Que no soy yo siempre. Quiero que lo sepas todo. Y una vez lo hayas visto, decidas si quieres quedarte o no. Nunca lo decidas antes, por favor. Bueno, irte puedes irte cuando quieras. Pero no quieras quedarte sin saber a qué huelen las humedades, o si puedes respirar en ellas. 
Hasta la melodía más esperanzadora puede sonar melancólica de manos de la tristeza.

De la soledad.

Cuando cambias frecuentemente de residencia no eres consciente de la cantidad de personas que se van quedando atrás en tu vida. Las que no están cuando todo se viene abajo. No eres tan consciente, al menos. Un continuo ir y venir de personas en tu vida hacen que estés como en una fase de enamoramiento permanente. Absorto y ausente. Cuando por fin te paras, miras a tu alrededor y reconoces a aquellos que están, que siempre han estado y que nunca se irán. Pero también echas en falta a algunos que estuvieron, y por algo que tú desconoces decidieron abandonarte a tu destino. Empiezas a reconocer el dolor de la soledad y les repites lo mucho que te faltan, lo intentas al menos, pero solo resuena eco en tu cabeza. Ya no hay nadie, ni nada ahí. Y debes asumirlo.


Cry, baby.



Le dije que estaba rota. 
Que se alejara ahora 
que aún podía. 
Que yo solía llorar 
con frecuencia,
sobre todo si era 
domingo.


Me dijo que haría lo que yo
quisiera.

Y esta mañana al despertar,
tenía un vinilo en la puerta.
"Los mejores hits de Janis Joplin",
en la cara A, la primera canción:
Cry baby.

Mi favorita.


Cometiste el error de pensar 
que yo era un ser ordinario.
Y yo, por un tiempo, fui 
feliz creyendo serlo.


Fotografía: Ryan McGinley

Ana Elena Pena


mi Estrella Polar.



Te he dibujado en mi pared

la Estrella Polar.

Por si decides volver


a amar.

Nunca me pierdas

el Norte.

Sigue siempre a tu estrella.

No olvides

que falta Cassiopea.

Se la estoy dejando a tus manos.

Te has perdido quien soy.

He quitado todas las luces de Navidad
como quien suelta anclas amarradas.
Justo un mes después de mi partida.
Supongo que había estado esperando
a ver si un corazón blandito volvía
a llamar a la puerta del deseo.
-Hasta había puesto un timbre,
qué cosas tengo-.
Pero me equivoqué, ya ves. Tú no
vas a pedir perdón, ni yo tengo nada
que perdonarte. Supongo también
que ya no
me importa.


No supe hacerlo mejor.



Ayer mientras ordenaba mis libros en la terraza de la librería café, de pronto, se paró un niño.
Señor: ¿tiene hora?
Claro que sí, niño. Las nueve y diez. Pórtate bien, y mira dos veces antes de cruzar la calle que mañana vienen los Reyes.
El niño se quedó ahí, quieto. El señor ya no escuchaba, pero yo sí. Con una tristeza inmensa en sus ojos, dijo:
No, a mí solo me van a traer una cosa.
No supe bien qué decir ante esa soledad y esa mirada. Odiaba la tristeza que este mundo le había puesto en los ojos a ese niño que iba a recibir algo en un día cualquiera. Pensé en la cantidad de niños que lloran en las fronteras imaginarias que hemos construido entre países. Quise abrazarle, él no tenía culpa de lo que le habían hecho. Pero nunca se me han dado bien los niños. Así que respondí:
Jo, qué suerte tienes.
El niño, sin entender nada, se quedó callado unos segundos. Y después marchó como un adulto:
Me voy, que llego tarde.


No supe hacerlo mejor.

Día 31 sin ti.



Día 31 sin ti.
La nevera está llena
y mi estómago vacío.

No
me
apetece
nada.


No encuentro el cable
de la televisión
y la casa está en silencio.
El árbol de Navidad
aún a medio recoger.
Y todas mis piezas
por el suelo.
Soy un desastre, lo sé.
Y no dejo de repasar
cada maldito detalle
cada pequeño error
que cometimos.
Nosotros que éramos
perfectos. Que lo teníamos
todo. ¿Cómo pudimos dejarlo ir
así de esa manera? Sin mirar atrás.
Ya no escribes mensajes,
ni hay llamadas que dicen te quiero
en un simple:
¿esta noche qué cenamos?
Ya nadie me hace el sofá
de esa manera tan solo tuya
con esos abrazos.
¿Sabes? Creo
que nunca nadie
me volverá
a abrazar igual.
Y si esto ocurre
no sabré muy bien cómo
continuar.

rupi kaur



No dejas de querer a alguien en solo una noche.

Ni en quinientas.

Ni siquiera en diecinueve días.

Jarras de cristal.



Te gustará saber
que ahora bebo agua
en jarras de cristal.
Que emparejo
los calcetines del mismo color
y los guardo en un cajón.
Que he tirado la vieja bicicleta
que tanto molestaba en el salón,
y que guardo los zapatos de dos en dos.
Te gustará también saber
que me preocupo si alguien sale
poco abrigado a la calle.
Y que hay días
que hago la cama. Desde que te has ido
aún no he olvidado
ningún día
comer.
Te prometí que iba a crecer.
Y así lo hice.
El problema no es crecer,
el problema es olvidar
-que diría el principito-.
Y aquí estoy,
yo que no olvido
que los calcetines de rayas van mejor
con los de lunares, y que los míos
mezclados con los tuyos
solo significaba que estábamos juntos
no poco atentos.
Y aquí estoy, casi con un año más
a mis espaldas
tratando de no verte en mis sueños
y, sobre todo, de no llorar como una niña
cada vez que lo hago.


¿Sabes?
Creo que voy a ser una adulta maravillosa. Pero también creo
que puedo esperar
un poco más para serlo.


Mira más a menudo el brillo de los ojos de tus padres. Lograrás entenderte mejor.


Los demás me parecen excelentes. 

Pero no me enloquecen en absoluto.




-Nicanor Parra-

Roy Galán.



En mi porvenir no estás.

Y aunque me hubiera gustado otra cosa.

No es lo que ha sido.


Me pregunto si se puede llorar por el futuro.

Si puede doler algo que no existe ni va a existir nunca.

Si la vida bromea con nosotros como aves que bajan a tierra a beber de un charco que se filtra más rápido que el batir de las alas.

Yo, que tenía una lista interminable de cosas para sorprenderte.

Para despegarte de la rutina.

Para hacer desorden de tu nombre.

Yo, que tenía un verbo que nunca usé con nadie.

Un verbo agarrado a mi manita de niño como una madre que ayuda a cruzar una acera.

Un niño de puntillas que usa el estómago como silla.

Para llegar a la garganta.

Y que se cae hasta al fondo antes de conseguirlo.

Un niño en el suelo de la cavidad.

Que llora y se tapa del frío con el verbo.

Yo, que tenía en mi mente compartir mi vida.

Una vida en la que te trataba con el cuidado y la fuerza de unos pies de puntillas cuando alguien duerme.

En la que desactivaba mis articulaciones y me quedaba vacío de piel mientras me besabas.

Desmayándome al cosmos.

Regresando a casa.

Con tu polla dentro.

Una vida en la que no faltaban abrazos.

Ni macarrones.

Yo, que tengo una vida diseñada que no se va a construir.

Y me dan ganas de donarla a la ciencia.

Donar nuestra historia que no fue.

Para que otros la vivan.

Y así, al menos, mi tiempo cobraría sentido.

Mi tiempo.

Se acaban las horas, los días y las semanas.

Se acaba el año.

Nos acabamos yo y tú.

Sí, el burro delante para que no se espante.

Y aunque ahora esté triste por el futuro.

Esto no es el final.

Porque elegiste otro modo de estar presente.

Y no serás tú.

El que me vea despertar.

El que me escuche cantar en la ducha a Justin Bieber.

El que me vea llorar cuando recibo un mensaje bonito.

El que me ayude a enterrar o desenterrar.

El que me haga con intimidad.

El que rescate el verbo y al niño.

Estarás.

Perdiéndote todo lo que, de verdad, soy capaz de dar.

Solo espero que un día me presentes a alguien.

Y ver el brillo que adiviné en tus ojos.

Y ver que hay personas que pueden y saben llegar a ti.

Y que tú puedes y sabes llegar a ellos.

Solo espero que seas feliz porque quiero lo mejor para ti.

Y porque yo, que me quería morir contigo.

Voy a hacer lo imposible.

Por estar conmigo.

Intentando de nuevo amar.

Hasta que no quede nada.

En esta carne viva.

Que todavía sabe a sal.


-Roy Galán-

Elvira Sastre, Baluarte.




Te echo de menos de una manera simple. Desesperadamente humana.

Es esta maldita memoria mía.
No me acuerdo de olvidarte.
Y ahora no sé qué hacer 
con todo este tiempo
que me sobra
-sin ti-.



Serás amado el día en que puedas 
mostrar tu debilidad sin que el otro se 
sirva de esto para afirmar su fuerza.

~Cesare Pavese~




Fotografía: Janet Laing.

No te pude retener.

Comencé buscando en ti algo más, un amigo. ¡Vamos a pasear! ¡Salgamos a tomar una caña! ¡Quiero que conozcas a mi amiga! ¡Este recital no te lo puedes perder! ¡Si miras así, ganarás en perspectiva! Y tú me dijiste que el amor era otra cosa. Al principio no te creí, pero lo decías muy en serio, así que comencé a comportarme como el adulto que todos decían que debía ser. Dejé de salir a pasear, o de proponerme planes enriquecedores porque eso era no mirar hacia el futuro. Y, por lo visto, lo de ser incapaz de pensar en algo que aún no existe, era un problema muy gordo. Pero qué te iba a contar yo, que me había pasado dos años enclaustrada en un presente sin gota de algún futuro que no pintara aterrador. El pasado no iba a volver. Lo único que tenía era un presente mediocre. Cuando te conocí, quería única y exclusivamente vivir. Pero entonces... llegó septiembre, y la gente volvió a la vida, esa que es medio muerte. Y para esos días, yo ya estaba colada por tu forma de existir. Me hubiera agarrado a tu pierna izquierda todo el día, como una lapa. Sin mucho más que hacer. Quise ser como tú, quise tener una rutina, y ser alguien mejor. Alguien con quien tú quisieras estar para siempre, alguien que te mereciera la pena. Y yo, ente abstracto con formas circulares quise entrar en un cuadrado que no se adaptaba ni un poquito a mis formas. Me pinchaban las esquinas y me rozaban los bordes. Pero me veía tan guapa con tus ojos... y comenzamos a hacer esas cosas que hacen las parejas, pero seguimos siendo amigos, no sé cómo lo conseguimos. Un día, me miraste y me dijiste que no sabías cómo, pero yo era un mejor amigo. Ese día me sentí más guapa y más orgullosa de mí misma que nunca.
Pasó el tiempo, y no supimos hacerlo. La cuadratura del círculo comenzó a hacerme roces, y comencé a llorar a escondidas, por no hacerte daño. Tú te sentiste atrapado en esas esquinas donde yo echaba la mierda de los roces de mis hendiduras abstractas. Y, al final, lo único que consigo al mirar mi cicatriz es verte a ti. Con tanto amor y tanta ternura queriendo curar algo que nunca iba a tener cura.
"No te pude retener. Tú querías más vivir, y yo vivir en ti, sin más".
Y no te culpo.


Sentimental


Alfonso Casas Moreno.

Irrepetible.



Si hubiera sabido que todo iba a acabar así

-lo siento por ti-

no cambiaría ni un solo segundo de nuestra historia.


Ni uno solo.

(Versos de la fotografía del libro Irrepetible de Roy Galán).