domingo, 31 de enero de 2016



Balcones abiertos,
sol de enero.
Aretha en el tocadiscos
y yo, aún sigo soñando
que paseas por mi calle
y te encuentro en la puerta
-solo me había parado a escuchar-.
Y entonces, te beso.
Por todas las veces
que me dijiste
-no tengas miedo-
y no tuve el coraje.

Otro domingo
que te echo de menos,
ya ves.

martes, 26 de enero de 2016

mi hogar eres tú.

Elvira dice que uno es de donde llora, pero yo creo que es al revés: uno siempre será de donde ríe.
Por eso, mi hogar eres tú.


Hoy te he vuelto a encontrar.

Una vez amé tanto a alguien que le escribí un libro. Sí, con sus puntos y sus comas. De principio a fin. A mano. Ciento diecinueve páginas de locura infinita. Una locura muy bella. Él pasó página y se olvidó de doblar alguna esquinita. Supongo que él no era de esos que señalan lo importante. Supongo que simplemente lo guardó en su corazón. Me consta que es feliz. Y yo he publicado un libro. Estamos empatados.
Nunca he vuelto a cometer tal locura. Quizá es que nunca haya vuelto a amar a nadie de verdad. O que ya no me quedaban fuerzas para hacerlo. Quizá es que nunca nadie me ha vuelto a amar tan puro, como para corresponderle de una forma tan grande. Quizá es que la chica que se bañaba desnuda ha desaparecido para siempre, quizá no. Quizá esté esperando a que, de una maldita vez, alguien a quien ame de verdad, sea capaz de decir sí y sentarse durante más de dieciséis horas a grabar palabra por palabra en un cuaderno para nunca soltarlo.
Quizá, qué más da. Hoy he vuelto allí. A esa playa, donde amé como pocas veces he vuelto a amar. Y me amaron como nunca lo han hecho. Hoy te he vuelto a encontrar.


Te (me) quiero libre.

No quiero que me ates, si no es a tu cama. No quiero compromisos, que no sean de alquiler. No quiero que me llames, si no que me ames. De arriba abajo, de principio a fin. No quiero la locura de encontrarte en cada resquicio de mi mente, ni de encontrarme yo en la tuya. Quiero espacio, quiero vida. Te invito a compartir, mi vida conmigo. Con espacios, sin conversaciones forzadas a media luz, sin paseos de rutina o domingos de película y manta asfixiante. Yo quiero domingos de paseo y sexo, de sexo en el paseo, domingos de verdad, domingos de amor que hagan que los lunes solo sean ese día que viene después del domingo. Y el martes, el día que quiero (ll)amarte. Quiero que el miércoles te apetezca quererme un poco más y que no quieras cambiar ni un solo pelo de esta mata de ondas desordenada. Quiero que el jueves vengas a rescatarme y me encuentres desorientada y con un calcetín de cada color (nunca entendí lo de perder tiempo buscando pareja), y que empieces a devorarme por los pies. Que el viernes sea ese día de la semana que nunca sabrás dónde estoy, porque ni yo misma me encuentro entre tanta cerveza, pero que quizá el sábado queramos bailar un tango en el salón y beber el tequila de tu ombligo, celebrando que todo tiene un final. Y que el domingo, de nuevo, todo vuelva a empezar.


¿Y tú, qué quieres?


Vettriano



Como en mi cuadro favorito de Vettriano, ser libres sin importar nada más. Bailar bajo la lluvia descalzos y con la ropa de la fiesta de ayer. Bailar, masticando el placer de escandalizar al resto, como lo hacían la señorita y el mayordomo. Bailar la canción que tú cantes, y reír. Reír por la sensación tan bella que me produce la libertad de volar mientras me agarras fuerte la cintura en medio de la tormenta, y en medio de unas arenas que se vuelen movedizas, porque lo tenemos todo en contra. No es el escenario más adecuado para amar, lo sé. Pero es tan bello...


lunes, 25 de enero de 2016

mi lado oscuro.

Me agarro a tu risa
como me agarro a la vida.
Sabiendo que un clavo ardiendo
quema las manos,
pero que el fuego es lo único
capaz de iluminar 
mi oscuridad.


Puta.





Me he pasado veintisiete años
pensando que la vida era un burdel
y yo su puta.
Con cada año una cama
(Y una casa) vacía
He forjado amistades en meses que resultaron eternas.
Y he vivido amistades en años que resultaron efímeras.
He reído, he llorado, he llorado y he llorado, he gritado, he vivido. Y seguía pensando que ella era un maldito burdel de cama vacía, y yo su puta.


Y de repente,
tú.

Al verte se rompieron las cadenas que me ataban a esa angustia.
Y me hablaste de dar un paseo,
Algo bello. Al fin, entre tanta mugre.
No te creí. No suelo reconocer el amor de verdad cuando lo tengo en frente. Sigo creyendo que la vida es un burdel y que yo aún soy puta. Pero llegaste con esa magia. Esa forma tuya de existir.

Si te imagino, vuelas.

Llegaste, y lo invadiste todo.
Nos mudamos. Fuimos familia. Reímos, lloramos, gritamos, vivimos.
Y tú, me enseñaste que es verdad, la vida siempre será un maldito burdel, pero solo depende de ti ser su puta.
Me enseñaste que la mugre era un poco de polvo acumulado.
Con veinte años habías vivido cien vidas y habías amado a todas y cada una de las personas que te habían rodeado.
Las habías amado, como no supieron amarte a ti.
Me enseñaste, que no hay excusas, que no hay miedos. Que el amor no viene de nuestros padres si no que va hacia nuestros hijos. Contigo, el burdel se volvió un hogar y un sitio donde refugiarse a veces, porque la vida no es tan mala, ni yo tan puta.
Me enseñaste a amar con todo. Me enseñaste a respetar y a aceptar cosas inimaginables. Me enseñaste que la palabra sexo y la palabra puta significan muchas cosas, no las que todos creen, y que pueden caber en un poema.
Por vez primera alguien heredó mis libros, y se quedó durante noches escuchándome. Alguien me miró como si yo fuera algo más que lo poco que soy.
Por primera vez, la vida me regaló una hermana pequeña que había vivido mi misma vida en otra punta del mundo, y que sabía quererme mucho más de lo que yo nunca podré ni sabré hacerlo.



Se nos escapó el amor detrás de un doble check azul.



¿No lo sentís así?


Ya nadie dice:


¡oye, espera! Te quiero.


Como si le fuera la vida en ello, por si acaso nunca más tuviera la oportunidad de decirlo. Ahora nos despedimos fríamente y mientras caminamos en sentidos contrarios, mandamos un corazón que palpita en nuestro smartphone. Y sonreímos, y descansamos. En paz. Como si hubiésemos hecho algo heroico, como si ese manchón rojo que se mueve tuviera valor. No nos planteamos eso de, quizá ya no te vuelva a ver. Te tengo a tiro de whatsapp y a golpe de orgullo. Si consigo afrontar este último podré contactar contigo siempre que quiera. Si no, tendré miedo a perderte. Y echaré las culpas al destino (por supuesto)

¿Cuántas bocas mueren sin haber dicho te quiero, te espero, te echo de menos, VUELVE. Vuelve ya joder?

Y así nos va.

Tan barato como nuestras teclas, vendemos nuestro corazón.

Y así nos va.

Con razón esta ola de frío polar que nos congela hasta el olvido.




y ya casi no te echo de menos.

Ojalá temiera un poco más 
a la soledad, 
seguramente ahora
estaría tratando de buscarte.

lluvia de enero.

¿Por qué corréis?
Uno de los mayores placeres de la vida
es mojarse cuando llueve.

mi vida antes del desastre



Nadie, absolutamente nadie, sabe cómo era mi vida antes del desastre.

Y, ¿quién sabe? Quizá es mejor así. 
No hay expectativas que cumplir,
ni metas que lograr. 
No hay futuro, ni hay pasado. 
Solo hay presente. 
Y lo voy a disfrutar.


Han pasado cuatro días sin ti. Solo cuatro desde que pusimos el contador a cero, como cada año.
Ahora llegan los peores, el cinco y el seis. Prometiste llevarme de la mano a ver las últimas sonrisas de la Navidad. Prometiste ser mi regalo. Ahora, la noche mágica vuelve a ser una más, con el corazón en un puño. Ahora, el día de los niños ya no será jamás el que vuelvo a reír con más fuerza que nunca. Pero, ya te lo dije una vez: uno siempre será de donde ríe (diga, lo que diga Elvira) porque tú siempre serás parte de mí. Cada carcajada -verdadera-, siempre te pertenecerá.

¿Volveré a reír de verdad alguna vez ?
Dime que sí.
Tú trae la rutina
que yo pondré la magia.


Me lo he pensado mejor:

Pon tú la magia,
que yo te enseñaré sus trucos.

domingo, 24 de enero de 2016


Desde que tú llegas, todos mis calcetines encuentran su pareja. 

(Y nunca es del mismo color)


miedo.



Me quisiste menos de lo que yo creía.
Te quise mucho más de lo que pudieras imaginar.

Y, al final, yo te dejé por miedo.
Y tú, no volviste por la misma razón.





Hay sábados que parecen domingos.
Igual de malditos. 

(Es tan triste revivirte sin ti)


El dolor es la certeza
de que aún no ha terminado.

Quédate.




Quédate.
Me lo tatuó en la piel ya rota
por el frío del invierno.
Y aún así
(imbécil de mí)
me fui.


¿Pero cómo iba a quedarme
si no tenía el corazón entero?

Hoy, rebuscando entre mis cosas
he encontrado la otra mitad junto
a esta fotografía.
Resulta que la tenía yo.
Hubiera sido la composición perfecta.
Ahora solo me queda el recuerdo,
algo de dolor,
y un duro invierno.
Un mensaje a medias,
y este poema.
Como si todo eso pudiera ser la otra mitad, la que te llevaste.
Y te echo de menos joder, tanto
que ya nunca me he vuelto a quedar.
Pero, ¿sabes?
Sigue siendo mi palabra favorita.

Quédate

poesía eres tú.



Para ti la poesía son los versos.
Para mí, es la vida.

(Y así nos va)
Supongo que solo se trata de eso, alguien con quien merezca la pena quedarte a vivir en sus defectos.

cicatrices

Lo primero que hicimos
al conocernos
fue mostrar nuestras cicatrices.
Qué cosa tan humana.
Yo me asombré, y tú te reíste.
Tengo que reconocer que te mentí
sobre la mayoría.
Y aún sabiéndolo,
no dudaste un momento
en besarlas,
en morder la peor, esa
que aún creo
que si estiro un poco el brazo
se abrirá y me romperá la piel
(y el corazón).
Mordiste cada trazo
de hilo que aún se ve.
Es una cicatriz fea,
roja,
con forma de gusano.
Y a ti te pareció lo más bello del mundo.
Creo que desde aquel día
el gusano
se convirtió en mariposa.
Y pude olvidar.
Y ya no tengo miedo.
Y ya, ni siquiera está.


sábado, 23 de enero de 2016

fue sin querer.




Cuando me quise dar cuenta estaba besándote frente a un espejo en el que había escrito:

'¿Y si te dejas querer?'

Y fue sin querer. 
Simplemente me dejé.

matar una flor.



¿Por qué ella ha de morir 
para que tú te salves 
de la agonía 
que supone no ser amado?


(En las noticias comentan que ya van cuatro. Una madre dice: Ah. Pero es otra nueva. Pensaba que era la misma. Y la normalidad congela los corazones de todos los hogares)

Si somos capaces de matar a una flor 
en busca del sí que no pronuncian 
unos labios, 
¿qué haremos cuando esa boca
nos hable de libertad?


megustéame

La nueva forma de decir 'te quiero' (quiéreme) lleva impresa la forma real de hacerlo: me gusté y, entonces, amé.
.

mirando al cielo.

No sé si estoy mirando al cielo 
o esperando a que aparezcas
y me pidas que no me vuelva a ir.


Harta


Estoy harta.
Harta de todo.
Menos de ti.




(Fotografía: Annie Leibovitz)