jueves, 15 de diciembre de 2016

Hoy llueve.

Hoy llueve con tanta fuerza que he logrado entender por qué aún no he llorado. El cielo, la vida, lo está haciendo por mí. Hace tanto frío que aún siento mucho más profundos todos los trozos de corazón que llevan clavándose en el pecho desde que te fuiste. Uno a uno. Todos a la vez. A ratos, te juro que me cortan la respiración. Unas veces me pilla en clase y dejo de respirar un minuto hasta que se hincha el pecho y se pasa. Nadie se entera. Otras, me pilla con mis amigos y río, con esa risa que suena a cristales rotos por todas partes. Y me preguntan cómo estoy. Al no responder, me agarran bien fuerte y me dicen: salgamos a dar un paseo. Entonces saltamos en los charcos y cruzamos los pasos de cebra solo por las líneas blancas. Hago todas esas cosas que nunca me atreví a hacer contigo, como si me estuvieras viendo y consiguieras enamorarte de nuevo. Ya te dije que no me conocías, quizá fui demasiado despacio. Desde que la vida se paró, no he vuelto a tener prisa.

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