domingo, 31 de mayo de 2015

Yo era una tarde de invierno,
nostalgia y ceniza en la cama;
los restos de un incendio provocado;
las ruinas que quedan
cuando un castillo es asaltado sin piedad;
un poema cansado
en forma de papel arrugado
en la papelera de cualquier oficina gris.

Tú eras un paseo por el campo,
un día de marzo,
el olor a caricia
sobre la hierba recién cortada;
el abrazo de bienvenida
en la terminal vacía de un aeropuerto;
eras la hora del recreo,
la tarde del viernes,
las vueltas a casa después del trabajo;
también eras los sábados por la noche,
el gol por la escuadra en el último minuto,
el polvo de reconciliación
de todas esas discusiones
que en el fondo solo son excusas
para encontrar nuevas formas de quererse.

Esas eran nuestras credenciales
mucho antes de presentarnos.

Entonces,
un día de otoño,
sin cartas y sin manga cautelosa,
te acercaste a mí con esa ternura
que sólo tienen las personas que saben amar.
Me lamiste la tristeza
y nevaste sobre mi espalda tiroteada;
cosiste con la paciencia
de quien cree lo que espera
las costuras rotas de mi pelo,
llenaste mi almohada de buenas noches
-y mejores sueños-
al descansar tu cabeza sobre ella.
Empecé a acompasar mi respiración
a tus latidos,
y la música
la música empezó a tener sentido.

Un tiempo después,
una mañana de esas en las que el Polo Norte
se concentra en toda la ciudad,
te observé descansar agotada y en paz
sobre mi cama
mientras escuchaba llover a través de la ventana.
Y, de repente, perdí el frío.
Fue así, mirarte fue el deshielo.
Te contemplé
y vi cómo se reconstruía la primavera en mi vida.
Las cuatro paredes de mi habitación
se abarrotaron de esas margaritas que sólo saben decir que sí.
Te despertaste
y se me llenaron los ojos de pétalos.

Me miraste y te pregunté:
¿Qué has visto tú en mí?

Entonces,
con una media sonrisa, contestaste:
Una flor en medio de un campo en ruinas.


-Elvira Sastre-



viernes, 22 de mayo de 2015

Poema después de soñar.

Hoy,
(al fin)
he llorado.


Y mi alma
ha gritado en silencio.

Ha gritado el guantazo que
me diste cuando no quise
escoger esa silla para el salón.
Ha gritado el aborto
que tuve sin tus abrazos.
Hoy se ha comido el hambre
la anorexia de los catorce,
y se ha mirado al espejo
la bulimia de los quince.
Hoy mi abuela me ha besado
antes de fallecer entre mis brazos.
Hoy mi silla de ruedas
ha tenido amigos de sobra
para rodar.
Hoy mi jefe no ha gritado,
y me ha pagado las quince
horas de trabajo diario.
Hoy un funcionario
me ha ayudado.
Mi hermano
me ha amado.
Mi cuñada no se ha drogado.
Y mi padre es la única
verdad.

sábado, 16 de mayo de 2015

Hay sentimientos que no caben en una sola palabra, ni en dos, ni en tus tequieros, ni la lingüística cognitiva tiene las respuestas para una descripción que resulta insignificante al ser comparada con la realidad que habita en mis entrañas.
Días como hoy, en los que el reflejo dibuja mi presencia sobre el paisaje que vislumbro desde la ventana del tren de mi vida, me doy cuenta de que soy libre, que viajar me hace libre.


Y hoy, cuando mi alma se perfila sola 
en el eco de esta habitación, 
me doy cuenta que aquella maldita noche en que te hablaba exigente 
de la palabra libertad, 
no sabía bien lo que decía.




Te beso y me voy.

Me dices con voz
dogmática que la poesía
ha de remover conciencias.

Y yo, que la perdí allá por diciembre
te beso los labios y sonrío
esperando desviar tu inteligencia.

Y cierro los ojos,
y veo seis mil cuerpos vagantes
en un mar. A la espera de entrar
en el infierno. En busca de la vida
que no perdieron en el océano.

Y yo, que perdí la vergüenza
allá por enero, me enfado.
Y grito 'cabrones' a los ministerios.

Y ahora, que se acerca un veinticuatro
de mayo. Y que gastamos ese dinero
que la educación requiere
y la sanidad suplica
en carteles de colores que nos apartan
los ojos de las mentiras de un programa
electoral
para que no tomemos represalias
después de cuatro años
de victoria y dinero en sus bolsillos.

Ahora,
yo,
me enfado.

Y una voz radiofónica me cuenta
que ha muerto el rey del blues.
Y me enfado. Porque su
'Rock me Baby' (que adoro)
no me resuena a nada
cuando miro las caras de esos seis mil cuerpos
abandonados.
Y aparece una foto, de un niño
en Siria:
su cabeza, no mide más que mi dedo.
Y me enfado.

Y te he escrito un poema,
que no hace tomar conciencia.
Y ni siquiera grita cuando me enfado,
así que mejor recojo mis cosas
y me voy.




jueves, 14 de mayo de 2015



no hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza
por eso de que sus caderas...

ya sé de sobra que tiene esa sonrisa
y esas maneras
y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.


pero además la he visto seria ser ella misma
y en serio que eso no se puede escribir en un poema.

por eso, eso que me cuentas de que mírala cómo bebe las cervezas
y cómo se revuelve sobre las baldosas
y qué facil parece a veces enamorarse.

todo eso de que ella puede llegar a ser ese puto único motivo
de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción...

todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.

pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que ella aparezca de golpe y de frente
para decirte, venga, hazte un peta y me lo cuentas.

no sabes lo que es despertarte y que ella se retuerza y bostece,
luego te abrace,
y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo.

así que supondrás que yo soy el primero que entiende
el que pierdas la cabeza por sus piernas
y el sentido por sus palabras
y los huevos por un mínimo roce de mejilla.

que las suspicacias,
los disimulos cuando su culo pasa,
las incomodidades de orgullo que pueda provocarte
son algo con lo que ya cuento.

quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada,
que hace tiempo que escribo los míos.

que yo también la veo.
que cuando ella cruza por debajo del cielo solo el tonto mira al cielo.

que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior.

que conozco su voz en formato susurro
y formato gemido
y en formato secreto.

que me sé sus cicatrices
y el sitio que la tienes que tocar en el este de su pie izquierdo para conseguir que se ría,
y me sé lo de sus rodillas
y la forma que rozar las cuerdas de una guitarra.

que yo también he memorizado su numero de teléfono
pero también el numero de sus escalones
y el numero de veces que afina las cuerdas antes de ahorcarse por bulerías.

que no solo conozco su última pesadilla,
también las mil anteriores,
y yo sí que no tengo cojones a decirla que no a nada
porque tengo más deudas con su espalda
de las que nadie tendrá jamás con la luna (y mira que hay tontos enamorados en este mundo).

que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente ella,
rendida a ese puto milagro que supone que exista.

que la he visto volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos,
y la he visto formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que la puso el camino,
y la he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana: no me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo.

que lo de "mira sí, un polvo es un polvo",
y eso del tesoro pintado de rojo sobre sus uñas
y solo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de su nombre.

que te entiendo.
que yo escribo sobre lo mismo.
sobre la misma.

que razones tenemos todos.

pero yo
muchas más que vosotros.

-Escandar Algeet-




Fotografía: Cara Delevigne by Peter Lindbergh
Es especialista en abrazos que duran horas, porque sabe que el tiempo lo construimos nosotros con las cosas importantes, y no hay nada más importante que un abrazo. Ha pasado a mi lado gripes, rupturas, mudanzas, despedidas, y muchas otras cosas que no caben en una palabra. Él, sabe que todo se cura de la misma manera: con abrazos. Y parece que no piensa dejar de darlos nunca.
Aún recuerdo cuando llegó a casa. Era un pequeño trasto maltratado y, aún así, ya era experto en dar amor. Al ver el palo de la escoba temblaba hasta ponernos a llorar los dos, pero como es un valiente aprendió a superar su miedo a los ruidos y a los palos. Aún no ha superado su miedo a las personas (pero es que yo tampoco) los niños le pegaban patadas cuando era un bebé y hay cosas que no se olvidan. Y cuando ya casi había superado aquello, vio una forma de maltrato que los humanos no vislumbran porque no deja a la luz ninguna cicatriz. Desde entonces, se asusta con facilidad de cualquier chico que mida más de 1,75 (yo también), y antes de que puedan articular palabra, él les deja claro que no será tan benevolente como lo fue con el primero, les deja claro que en esta casa no hay cabida para lo que no sean abrazos y buen humor, que no habrá más heridas, que no nos volveremos a curar. Antes lastimaremos.


Él podría llamarse Rex, y es mi perro.



Fotografía: Eliot Erwitt.
¿Cuántas camas tenemos que romper para que dejen de sonrojarnos los tequiero?

-Carlos Salem-



Fotografía: Melodie McDaniel.

viernes, 1 de mayo de 2015

Voy en el metro.



voy en el metro pensando

que tengo pareja y soy libre

porque es una chica que brilla

que no se conforma y que grita

cuando una injusticia le araña

que no se acomoda y no traga

mentiras ni empuña una espada

ella me quiere con calma

y repara mis alas de plumas gastadas

me tira en la cama y me chupa hasta el alma

no va de sobrada ni inventa escapadas

y si algo le duele lo dice y no calla

ella es mi chica revolucionaria




-Diego Ojeda-



Fotografía: Henri Cartier - Bresson. Paris, 1968.