lunes, 30 de septiembre de 2013

Eterna amiga soledad




Comienzas a entender lo sola que estás cuando no hay nadie en la sala de espera del médico, cuando al llegar a casa en las paredes resuena el eco de tu voz. Comienzas a entender que estás realmente sola cuando comes sin apetito aunque nadie te esté obligando, simplemente por sobrevivir. Comienzas a entender lo sola que estás cuando no hay nadie al otro lado, cuando las lágrimas arañan tu cara y con cerrar la ventana tu secreto sigue a salvo. Comienzas a entender lo sola que estás, cuando nadie llama a tu puerta con un plato de sopa caliente a la espera de verte mejorar. Comienzas a entender lo sola que estás cuando llega un día, ese día... y nadie acude, nadie que no haya sido llamado, a nadie le emociona, a nadie tanto como a ti, comienzas a entender lo sola que estás y lo peor... comienzas a entrever lo sola que vas a estar. Pero la vida sigue, y así los segundos te invaden y consigues serenarte, porque la soledad es silencio y libertad, y amas con profundo egoísmo ambas cosas. Comienzas a serenarte porque siempre hay una mirada que rescatar, siempre hay un resquicio de cariño por recoger, pero la vida pasa, y los momentos duros tambalean... y es entonces cuando realmente te das cuenta de que no hay nadie ahí, nadie que vea tu tristeza oculta tras un pequeño dibujo de una cara de felicidad, una tristeza oculta en una mirada absorta en algo que quizá sea un problema terminal, o quizá no, pero quizá... y mientras tanto, no encuentras nada ahí que quiera hacer de pilar... y si existe alguno, está demasiado ocupado o demasiado hundido en su propia lucha, y entonces, justo entonces comienzas a empaparte de la eterna amiga soledad.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Hay almas que...



Hay almas que uno tiene ganas de asomarse a ellas,
como una ventana llena de Sol.



(Federico García Lorca)

lunes, 23 de septiembre de 2013

Como una herida en el corazón que no me duele

Tengo una espina en el corazón 
que ya no me puedo sacar. 

Sé que está
 porque duele, 
duele sin más.

Le veo y duele. 
Le escucho y duele. 
Leo ... y duele.

Duele 
y ya no lo puedo evitar. 
Pero duele de una forma especial.

No duele como cuando ya no puedes más. 
No duele hasta retorcerse
de tortura.
No duele hasta llorar 
de sufrimiento.

Duele más bien del dolor del que está hecho el placer.
Duele, como duele el orgasmo 
al filo de la pasión.
Duele, como duele el recuerdo de una madre que está lejos.
Duele como cuando intentas esconder
la sonrisa que te provoca su mirada.
Duele como cuando aletean rebeldes las mariposas en mi estómago.
Duele, como ver emerger de la crisálida
sus alas
y no poderlas parar.

Duele y simplemente duele porque no dejo de sonreir al recordar.



jueves, 19 de septiembre de 2013

Amor a primera vista







-¿Crees en el amor a primera vista? - . Me preguntaba hoy Rocío con una maravillosa expectación. Sus pupilas color tierra inundaban el mar del iris tan azul aguamarina que ocupa sin pudor gran parte de sus almendrados ojos, mientras sus negras pestañas rozaban sin esfuerzo el color pálido de sus párpados. Qué increíble es, pensaba mientras la fiesta de colores invadía su mirada.

Que si creo en el amor a primera vista dice...

Sí, si creo. A primera vista, a primer contacto y a primera palabra. Es algo realmente asombroso.
Un día cualquiera, te levantas, coges tu bicicleta de flores, no te preocupas demasiado de lo que llevas o de lo bien depilada que estés, porque llevas meses sin encontrar algo que merezca la pena llevarse a la boca. Y entonces... mientras pones la combinación del candado y atas tu medio de transporte a un pequeño árbol, llega por detrás y ni te das cuenta, pero algo se activa. Se activa y sabes que algo está punto de pasar. Algo, no sabes qué. Entras en el sitio a donde tuvieras que ir, te sientas en la sala de espera, alguien te habla... todo es muy normal. Entonces, entonces sale él, con sus penetrantes ojos marrones y, sin saber por qué, comienzas a temblar. Todas las alertas se activan. Se activan porque somos animales. No es crea en que vaya a venir de repente mi maldito ángel Cupido y vaya a apuñalarme sin piedad y disparar una vez más con su mala puntería. No, esto va mucho más allá. Y es que resulta que inesperadamente, sientes un encajar de una pieza que ni si quiera has intentado montar. Y es justo en ese punto, en el que percibes, que tu prodigiosa mente, ha sido capaz de escoger a aquél que te piensa cambiar la vida. El único que se va a atrever a dar la vuelta a tu mundo, a coger ese caparazón que con mucho esfuerzo te habías quitado, por no asustar a quien estuviera cerca, y lo va a limar hasta convertir en una dura capa de cristal, reversible y fácil de quitar cuando la ocasión lo requiera, pero necesaria, realmente necesaria.

Tú, querido Néstor, me has hecho sentir esto. Como siempre, no es el momento ni el lugar, pero sé que has cambiado mi vida y, lo mejor, es que creo que la tuya yo también la cambié.

Has tenido la paciencia necesaria, la sonrisa justa y la fuerza que a mi a veces me falta. Has sentido que encajas. Pero sobre todo, a pesar de haberme visto desnuda, no has querido devorarme, primero había que comenzar por aprender a vestirse.

Me pregunto si algún día aprendo a vestirme, estarás dispuesto a arrancarme la ropa con tu boca hasta hacerme desfallecer de placer.

Hasta que ese día llegue,
no dudes que estaré esperando.




domingo, 15 de septiembre de 2013

Como cuando descubres que los amigos son los padres






Así de triste.
Como cuando descubres que los amigos son los padres.
O recibes un correo sin posdata.
Así me hallo.
Como cuando se difumina la cicatriz que te recuerda que fuiste niño.
Como observar que en el banco donde nos dimos el primer beso
han puesto una rotonda,
para que gires sin sentido buscando un amor
que se han llevado otros labios.

Así de estúpido.
Como decir te quiero a un número que ya no existe.
O hacer aviones de papel por si vinieras
no descubrieras que ahora tengo miedo a volar.

Pero nunca vuelves.



(Ernesto Pérez Vallejo)

Desde que la amistad se acuesta con mi amante





Querido Néstor,

Sé cuánto odias saber que Daniel ha estado en mi cama. Sé cuánto odias saber que la fragilidad ha hecho acopio de todas mis fuerzas y ha dejado que su tez morena iluminase mi almohada. Pero... querido Néstor... Estoy tan sola. La amistad se ha vuelto extraña y el amor huye cada amanecer por mi ventana. La soledad me ahoga y el silencio aguarda, como una dulce condena a verme una vez más completamente destrozada. Querido Néstor, sé que no soportas ver cómo él es mi único resguardo, sé que no soportas saber que mi único aliento son sus brazos. Pero cuando el día termina, miro sus afilados ojos marrones y se clavan como cuchillos mientras hace aparecer esos hoyuelos que transportan en un delicioso éxtasis a otro mundo mi mirada. Pero cuando el día termina, se tumba junto a mi, ofreciendo su cariño como posada. Pero cuando el día termina, cansada... busco su regazo, impaciente, por sostener mi desconsuelo. Y bien sé, querido Néstor, que cuando el día acaba, debiera yo recuperarme, debiera yo descansar de la vida, y no dejarme vencer por un amor de tortura. Pero querido Néstor, desde que la amistad se acuesta con mi amante y el amor se enaltece con mi gran enemigo El Egoísmo, me siento tan perdida, que no me queda otro remedio que regalar mi corazón.


Esperando algún día lo entiendas.

Siempre tuya, siempre mío. Siempre nuestros,


Patricia.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Néstor.

A veces llega la lluvia 
Para limpiar las heridas 
A veces solo una gota 
Puede vencer la sequía.

(Marc Anthony)



Hoy he conocido a Néstor (bueno, Néstor en realidad es el nombre de mi planta de Aloe Vera, pero este nombre también le pega, así que le llamaremos Néstor). Néstor es guapo, afable... y tiene la costumbre de guiñar un ojo cada vez que dice algo en lo que lleva razón, lo cual suele ser la mayor parte de las veces. Néstor, no es que sea sólo Néstor. Néstor, como un bálsamo de mi planta que lleva su nombre, se ha posado sobre mi herida, y ha hecho que la cicatriz sea algo más tenue. Néstor con su sonrisa y su templada voz, me ha hecho pensar que aún hay tiempo, que aún hay alguien, que no sigo buscándote aunque yo creyera que sí. Néstor me ha hecho desear que haya alguien en mi cama, alguien que no sea Jaime. Jaime es un amigo de la infancia, es el típico chico que lleva toda la vida persiguiendo un beso, y al que he dejado entrar cuando ya pensaba que llevaba demasiado tiempo sin conocer el amor. Jaime, es guapo, claro que lo es, pero Jaime lo sabe y Jaime cree que yo debo estar con él, porque sí, porque no hay más, y eso no me gusta, así que procuro no entregarle demasiado de mí, lo justo, lo necesario, lo que hay cuando la soledad ahoga...
Néstor, siempre sonríe mientras habla. Néstor se preocupa si me escucha algo agitada. Néstor, desconoce mi forma de estar en el mundo, pero cree que la puede comprender. Néstor, inexplicablemente quiere sacar mi temperamento, quiere conocer mi lado salvaje, porque es desde ahí y sólo desde ahí, donde podremos volver a empezar. Néstor oye mi voz ingenua y no cree estar tratando con alguien estúpido, y eso me gusta bastante, lo suficiente, demasiado... Néstor no me quiere proteger, Néstor necesita que yo me proteja. Néstor expresa su opinión sin miedo a  errar, porque Néstor sabe que la honestidad puede hacerte fallar, y sabe que, fallar es la única manera de poder volver a empezar.


Néstor es perfecto, 
pero demasiado caro para la escasez emocional 
que se pasea en estos tiempos por mi corazón.





martes, 3 de septiembre de 2013

El verano del amor


Miro al cielo, el Sol se refleja espléndido sobre la hierba ya seca tras el tedioso verano. El sabor exquisito de esa escena me hace estremecer. Es perfecto. El color sobresale con tanta fuerza que parece salido de una película romántica, de un final feliz. Me enamoro aún más. Es verano... resuena en mi conciencia, como si el paisaje no transmitiera suficiente información. El Sol ha secado las hojas y ha robado su color a la primavera, qué eterna maravilla, su calor desnuda las aceras y torna doradas las pieles, como amapolas recién abiertas, como galletas recién horneadas. Es increíble, como en tan sólo unos meses el paisaje ha cambiado tanto. Inspiro profundamente y me empapo de ese olor tan característico. Olor a verano... Qué magia la de cada estación. Recuerdo cuando llegué por vez primera a este sitio, cuando pisé por primera vez este parque... Todo era distinto, las rosas destapaban vanidosas su figura, las margaritas cantaban al Sol y la lluvia entornaba el cielo para hacer brillar el arcoiris. Era primavera... Oh! Hermosa primavera! Como decía aquél poeta. Primavera, la época del amor, del resurgir, del renacer, la época del vivir. Cuando llegué, aquél prado era verde, tan verde como el fondo del mar... Y me quedaba horas mirándolo, sentada en este mismo banco en el que hoy me encuentro. Todos los días, a la misma hora, para ver caer el Sol. Justo cuando Lorenzo desaparecía, venía Renato, un señor mayor de origen Italiano que decía saber mucho del vivir, y yo le hablaba de lo hermoso de aquél paisaje y de que querría quedarme para siempre allí. Entonces una tarde, Renato, cansado ya de su experiencia, me miró con ojos de ternura y me regaló, según él, un gran consejo para el resto de mi vida: "Querida niña, la primavera, como el amor... se irá al caer el Sol, el prado tornará amarillo y las flores perderán su color. Perderás entonces tu interés por sentarte a ver la puesta de Sol, porque hará calor, las piernas fallarán y el Sol comenzará a ser molesto. Como el amor... lo bello nunca puede durar. Pero querida niña, más tarde llegará el Otoño con su molesto afán por retomar la rutina, con sus días más cortos y sus hojas desparramadas por el suelo... ahí sentirás que ya casi no lo puedes soportar. Y justo en ese momento, llegará el frío y el helado invierno y será ahí cuando sientas que ya no puedes más. Las calles se volverán blancas y el frío helará tus huesos, tus deseos se secarán, y ya no habrá nada que salvar... para cuando llegue de nuevo la primavera, tu ilusión se habrá consumido, si aún quedaba algo después del verano... Querida e inocente niña, no te ilusiones nunca cuando conozcas algo o alguien nuevo, no con tanta pasión, porque siempre, después de la primavera, llegará el verano, después el otoño y por fin el invierno... Y tu pequeño corazoncito no podrá aguantarlo...". Se fue Renato y con él los últimos rayos de Sol de aquél día y yo me quedé sentada en mi pequeño banco llorando por todo aquello que luego vendría. Pero cada día, al sentarme de nuevo en aquél banco, descubría algo mucho mejor, la primavera era mágica en la ciudad, los lirios sonreían y las jaras derrochaban su perfume sin cesar. Pasado el verano, he descubierto que me he vuelto a enamorar... de sus colores dorados, de sus rubias montañas y del calor de sus paisajes. Y sé que llegará el Otoño y entre sus hojas me volverá a seducir, con la caída tenue de las ramas, con el sonido del viento en los cristales y con su anaranjado atardecer. Y llegará el invierno, y con él la Navidad, la nieve, y el calor del hogar, las tardes de Domingo y los abrazos necesarios, y me volveré a enamorar. Y así de nuevo en cada estación, porque de la misma manera que sucede cuando conoces a la persona correcta, cuando estás en el sitio indicado, cada paso, cada cambio, cada estación... sólo podrá dirigirte hacia algo mejor. Y vendrán, presumiendo de sabiduría, a advertirte del seco verano del amor, y vendrán a advertirte del insufrible otoño del amor y del invierno... ya no querrás ni siquiera oír hablar. Pero bien sé, que si es como ha de ser, llegará el verano y te enamorarás, llegara el otoño y caerás rendido, el invierno te atrapará y así para el resto de tu vida.





Dedicada a su primer lector.


lunes, 2 de septiembre de 2013





Dame un poco de tu tiempo, 
yo te doy un poco de mi.


(Nach Scracth)