lunes, 24 de junio de 2013

Tarde de Junio de Otoño




El cielo ruge con fuerza, inunda el agua mi ventana. Lágrimas divinas que se desahogan después de unos días de auténtico infierno terrenal. Te pienso. Te pienso y aquel infierno que era tan sólo temperatura invade mi corazón por completo y deseo que tu vida sea un desastre. Quiero que sea así. Será que te habré dejado de querer. Te habré dejado de querer por completo, porque quiero que te partan en dos el corazón y que vengas a mí angustiado, a que sea yo quien cure tus heridas y te hable con ternura. Con la ternura de una madre y la paciencia de un corazón ya marchitado. Lo deseo con todas mis fuerzas. Deseo que vengas corriendo a que te abrace y sea mi regazo tu único consuelo. Y una manta de agua cubre por completo el paisaje, el cielo llora por mi corazón, parece que se ha secado, parece ya marchito, porque ha dejado de sonreír ante la imagen de que un día pudieras ser feliz. No, no quiero que sea feliz, me repito. No sin mi. El egoísmo pasa a formar parte de mi existencia, y eso sólo puede significar una cosa... El olvido está ya, a la vuelta de la esquina. 

jueves, 20 de junio de 2013

Si te olvidase

"Recuerdo que al llegar ni me miraste, fui sólo una más de cientos.
Sin embargo fueron tuyos los primeros aleteos..."

(Zahara. Con las Ganas)



Florencia huele a ti, Florencia sabe a ti. Intento degustarla en otra boca y no alcanzo al placer de saborearla en la tuya y tan si quiera la conoces. Nunca has estado. No la has visto. Recuerdo que en algún momento te enseñé una foto, pero no mucho más. Recuerdo... Recuerdo que recuerdo y no quisiera yo dejar de recordar. O si, quizá si, bendito olvido... Pero si te olvidase, ¿sabes qué? Si te olvidase yo, mi amor, olvidaría la flor de lo prohibido, olvidaría la risa, olvidaría la vida. Si yo te olvidase, cariño mío, no encontraría a toda mi vida sentido. Y tan si quiera me acuerdo ya de ti, de cómo eran tus lunares o "de qué botón de tu camisa desabrochaba primero... Sólo me acuerdo que llovía... y yo te esperaba en la parada del metro. Pero haciendo un gran esfuerzo aún veo tu mirada en cada espejo". 



miércoles, 19 de junio de 2013

Florencia



El calor aporrea la puerta como si tuviese prisa por entrar. En Florencia cantan los pájaros y susurran las palomas en mi ventana. Estar desnuda en casa a todas horas sin importarme nada más, me transporta a un tiempo pasado. Cuando siento que el calor ya es insoportable vacío el agua concentrada en un viejo calentador (que temo algún día reviente) sobre mi pecho ya empapado por el sudor. Continuo. No puedo estar aquí, cojo la bicicleta de paseo que ha acabado en mis manos sin saber quién fue su dueño y sin que me importe si quiera. Me paseo por la ciudad como si la viese por vez primera. Es bella... Es tan bella que quiero estar aquí más tiempo, mucho más tiempo, toda la vida... con este calor insoportable y con las preocupaciones creando moho en la basura. La vida es sencilla y maravillosa aquí. Mientras te cuento todo esto, preguntas por qué me fui. Es complicado, respondo. Y respiro. Y respiras. La ciudad se mete por mis venas hasta hacerme completamente suya, hasta agotar el hilo de mi existencia, hasta tenerla colgando del hilo de sus dedos. Es maravilloso haber vuelto y es maravilloso simplemente Ser.

martes, 11 de junio de 2013

¿Me dejas poetizarte?





¿Me                      dejas                    poetizarte?

Cómo romper un corazón.

¿Dónde están las palabras necesarias para romper un corazón? 




Me llevaré toda su inocencia si es que alguna vez la tuvo 
y me cuesta horrores imaginar cómo abrir en dos aquél corazón,
cómo succionarlo
cómo hacerlo duro. Y he de hacerlo,
y el momento se acerca
y no hay nada más horrible que saber que es cierto,
decirlo en voz alta, 
observar su mirada
ver cómo se quiebran, cómo se empañan 
o simplemente ver cómo no reaccionan sus pupilas dilatadas. 
A veces, creo que no voy a sobrevivir
A veces creo que esto no es cierto.
Y otras veces quiero únicamente protegerla,
llevarla conmigo, 
para siempre y por siempre.
Pero no puedo, ya lo sé. 
A veces, simplemente, hay que seguir
aunque el camino se haga duro
aunque sea insoportable, 
aunque todo se caiga. 
A veces, te brindan una nueva oportunidad
y hay que seguir. 

lunes, 10 de junio de 2013

La Genieración.




Perdida. Nos llaman la generación perdida. Es curioso, porque a mí el nombre de generación perdida me recuerda a Hemingway, Dos Passos, Fitzgerald (para quien no lo sepa, autor del Gran Gatsby)... Genios. Una auténtica generación de genios. Y así llamaría yo a la nuestra, la Genieración. La que no se conforma con estudiar una sola carrera, la mayoría tiene dos, incluso un Máster, Doctorado, hablamos como mínimo dos idiomas y otro más que, por lo menos... Lo entendemos, aunque sea porque tenemos un amigo que es catalán...
La generación perdida dicen... Incluso aquellos que en otra época hubiesen desechado cualquier forma de cultura general, tienen o luchan por un graduado escolar. A diario tenemos miles de formas de recoger información, bien sea a través de la televisión, con carteles de poesía en el metro, la feria del libro, aquel amigo intelectual al que todo el mundo escucha en las reuniones... Sabemos leer y escribir a la perfección, soñamos como ninguno e imaginamos como dioses. Sabemos cultivar tomates, sabemos cocinar al estilo de laabuela.blogspot.com, al de latíapepa.wordpress.com y también al de un tío raro de Suiza que hace unos brownies de miedo... Sabemos qué es un Brownie. Conocemos Nueva York sin tan si quiera haber estado. Hemos volado a la otra punta de Europa por un céntimo de Euro. Hemos sobrevivido al año 2.000, a la crisis de las punto com, hemos aprendido a usar todo tipo de aparatos eléctricos y ordenadores, sin dejar a un lado el papel para coger apuntes o la rayuela para saltar jugando con los amigos en la acera. Todo ha sucedido tan rápido, que en algunos bares han de poner una cestita para soltar los llamados smartphones, porque a veces, perdemos la perspectiva de la comunicación... pero es que tenemos amigos hasta en Tokio! Aún así, esto no ha hecho, que perdamos la ilusión por los Viernes, la cervecita del Domingo e ir a dar un paseo con aquella persona especial. Eso sí, ahora es más fácil, sólo "tengo que ponerle un Watsapp", Ay! Maldito watsapp! Hemos pasado, de aquellas novelas donde caminabas durante horas buscándote, a enviarle un video tonto y así iniciar una conversación... No es más fácil, ni mucho menos, es sólo distinto. Nos hemos adaptado a todas las formas de comunicación que ha habido en los últimos veinte años. Hemos pasado de comunicarnos con nuestro hermano, de balcón a balcón con un hilo y dos yogures, a comunicarnos con nuestro compañero de piso por Facebook, Twitter, Watsapp, Tuenti... Pero no nos hemos quejado! Al revés, nuestra capacidad adaptativa está casi a la altura de nuestra capacidad de ilusionarnos. Quizá, al cambiar las cosas tan rápido, se nos ha permitido no dejar de ser niños, tener siempre algo nuevo que ver y por supuesto, algo nuevo que ofrecer. Nosotros, esa generación, que se lee en el iPad a los escritores de la generación perdida, deberíamos ser recordados como los súper héroes, personas que a pesar de tener una formación intelectual muy elevada, deciden irse al campo a vivir de forma rural porque es más saludable o deciden marcharse durante largos períodos porque no les queda otra... y aún así, tienen que escuchar a los que dicen que lo hacen por kamikazes.
Me siento afortunada por vivir en esta generación. He podido estudiar varias carreras, aprender varios idiomas, conocer nuevas y maravillosas culturas, tener amigos repartidos por todo el mundo y he podido tomar la maravillosa decisión de volver a casa un día. Me he enamorado de personas muy parecidas a mi, y de personas que jamás hubiese conocido en otra época. He pagado una cena y me han impedido pagar otras muchas. Aún me ceden el paso para entrar y una vez que he pasado caminan a mi lado. Puedo dormir sola o acompañada, yo decido.  Mi perro puede viajar conmigo a donde sea, resiste las distancias aunque fuera haya cuarenta grados. Puedo viajar sola, más que de atrevida, me tratan de aventurera. Es una verdadera delicia ser parte de esta generación, en la que la lucha más grande, no es sólo por sobrevivir, si no mucho más allá... por vivir, la lucha es por la tolerancia, por el respeto, por la ayuda a los demás, la lucha es por un mundo mejor, por merecer el nombre de la Era Aquarius, porque al final... es así: no es que el mundo esté loco...es que el ser humano es extraordinario!! y lo hemos comprendido. Luchamos por recuperar los valores mientras el mundo sigue su curso, luchamos por tener todo eso que en otras generaciones perdieron, luchamos por lo más importante: la felicidad, con una máxima de hedonismo, sin por ello sacrificar la felicidad de los demás. Somos la generación aquarius, coca - cola, cornetto y lo que queramos... porque incluso, hemos construido una publicidad que nos hace soñar. Y no, no nos vamos a conformar con el nombre de generación perdida... Cuando pase esta confusión, saldremos airosos por nuestro talento y nuestra experiencia, y seremos sin duda y más que nunca... La Genieración.










Dedicada a mi madre: Que como siempre, me enseñó con paciencia a leer y con una gran pasión: a soñar. Te quiero mamá.


domingo, 9 de junio de 2013

Cómo pude no darme cuenta de que hay ascensores prohibidos





El corazón en la garganta, casi a la altura de mi boca. 
Pienso en ti y se me desarma. 
No puedo, no sé qué ha pasado, ni si quiera sé cómo he podido no darme cuenta. 
Pienso en ti y me desmayo. 
Pienso en ti y se acelera tan fuerte que casi hace que reviente. 
Pienso en ti, en tus juegos y en tus manos. Pienso en ti y luego en mi . Me doy cuenta de que me voy. Menos mal. 


¿Cómo pude no darme cuenta de que hay ascensores prohibidos, que hay pecados compartidos y que tú estabas tan cerca...?





Gracias a la vida


Para mí, la vida... 
Es como esa amiga zorra, que siempre te da lo que quieres,
 pero en el fondo... sabes que espera algo a cambio. 
Siempre espera algo a cambio. 
No se conforma con ver tu mirada de satisfacción, no. 
No se conforma con la sensación de ver a un ser querido con una mirada de gozo, no. 
Ella siempre quiere algo a cambio. 

Maldita ramera despechada. 
¿Qué quieres ahora?




sábado, 8 de junio de 2013

Escritura automática.





A veces me asomo a la ventana de la perfección
y aparece intacta tu figura.
Te guardo bajo mi piel
como la tímida sombra 
que descubre entre nubes
un nuevo amanecer.
La voz de la inspiración
atormenta mis sentidos
mientras mis latidos
aún no dejan a mi mente despegar,
sonámbula en este sueño 
acudo en llamas a ti.
Despierta mis sentidos,
ámame hasta que no quede nada.
Entiéndeme, no me entiendas.
Enciérrame. Libérame.
Dame la llave de esta locura.
Imprégname de ti hasta un nuevo amanecer.
Alimenta mi cordura,
Deja fluir mi ignorancia.

Quiéreme o no me quieras,
pero hazme tuya.











(El título de este poema representa su origen. Debí soñarlo.
Me desperté y tuve que coger un bolígrafo lo más rápido que pude porque se me derramaban las letras sin querer).


Oh my darling 
To know you love me
It´s enough.

viernes, 7 de junio de 2013

Porque la vida es un paseo que se hace más llevadero en compañía


"Alguien divertido con quien andar del restaurante a tomar copas o de vuelta a casa. Alguien agradable con el que hacer un trayecto en coche por las mañanas. Alguien con quien ir de compras al supermercado no sea un suplicio. Alguien con quien la cola del cine se haga corta. Alguien con quien sea agradable ir andando hasta al dentista.
Sólo eso. Tan sólo eso. Simplemente eso.
Porque la vida, al fin y al cabo, no es más que eso: un paseo.
Al menos que sea divertido, ¿no?"

http://manual-de-un-buen-vividor.blogs.elle.es



Sí, supongo que al final, simplemente tratará de eso, de alguien que te haga sentir bien mientras vas haciendo el camino. Quizá he de rendirme y dejar toda esa vida sentimental tormentosa. Quizá el príncipe azul, igual que los candelabros que hablan francés no existen. Quizá una bestia nunca torne a ser bella. Quizá... Quizá en vez de querer tanto, debería empezar a aprender a querer bien, quién sabe. Quizá tenga razón y deba encontrar una media langosta con quien enganchar las patitas hasta los restos y no preocuparme de nada más. De bellas historias, del amor para siempre... Quizá deba dejar que un día alguien, justo cuando sea el final... succione mi cabeza sin compasión. Quizá sólo se trate de eso, dejarse llevar. Suena demasiado bien...





Recordando los cuerpos,
Olvidando los nombres.

La Luna debajo del brazo (I)



Con un prozac en la mano izquierda y una copa de whisky de ocho años en la otra, amanece después de una noche aterradora. El viento golpea los cristales tan fuerte que parece estuvieran intentando desvalijar todo cuanto poseía. De fondo suena Quique González, repitiendo algo sobre kamikazes enamorados y piensa en Marco,y en cómo salió de puntillas por la puerta trasera de su vida hace tan sólo un par de noches. <<No hubiera aguantado este tremendo ruido de cristales y maderas, el retumbar del viento sobre la baranda de hierro. No lo hubiese soportado... Una pena>>, pensó. Y así, se dispuso a tragar el desayuno: un conjunto de papeles por retomar. No había manera. La vajilla, regalo de la cuasiboda con Pedro cobraba vida en el fregadero, la cama llevaba días desecha mientras ella se quedaba dormida cada cada noche frente a un libro en el sofá (una cherlon color gris perla que no hacía juego con casi nada de su diminuto piso, pero lo único que le quedaba de todo lo que había compartido con ese fatídico idiota de Pedro), y Dante no soportaba los paseos de rigor en los que sólo podía defecar en un cuadrilátero habilitado para ello. Su vida estaba hecha un verdadero desastre. Siempre lo había estado, pero ahora más. La indecencia decoraba sus paredes y le cerraba la puerta a toda moralidad que creía podía jugar algún papel en su vida. Las cosas estaban así, y así se iban a quedar. Al fin y al cabo, las adicciones de su padre y la permanente ausencia de su madre, le hacían sentirse cómoda en aquél escenario. 

Pensó que le hubiera gustado dormir abrazada a alguien aquella noche, recordó a Jaime y cómo comenzó su historia. Ella siempre se abrazaba a él por la noche cuando se conocieron. Él le confesó que era incapaz de dormir oprimido (como él siempre decía) por alguien. Pasaron los días y una noche, de pronto, despertó Jaime entre sueños y le pidió que le abrazara con fuerza, a partir de ahí, algo cambió entre ellos. Le inspiró ternura su propia historia, pero no mucho más, se había enamorado del mejor amigo de Jaime, Julián. Y ese hecho nada lo podría cambiar...






jueves, 6 de junio de 2013

He enloquecido dulcemente

Me había enamorado de él. Era tan absurdo como real. Y no podía pensar en absolutamente otra cosa que no fuera él. El único que acompañaba mis versos desde que le conocí. El único que acompañaba mis noches... Lo supe en el momento en que su mano rozó mi pálida piel y mi rostro enrojeció. Lo supe cuando a su lado sentía el arder de mis entrañas sin pudor. Lo supe con cada estrofa, lo supe con cada swim que acompañaba un poema, lo supe con cada palabra, lo supe desde que le vi. 
Tenía que ser mío, así iba a ser. 


La historia de Mafalda.

http://manual-de-un-buen-vividor.blogs.elle.es/2013/05/15/y-deja-que-te-mate/



Hace muchos años conocí a una chica en uno de esos viajes sin billete de vuelta. Era muy divertida, robaba botellas de vino del comedor de su residencia de monjas y me dejaba siempre algún disco diciendo “Tienes que escuchar esto”, mientras me clavaba aquellos ojos encendidos, como si fuéramos dos espías en la Viena de la II Guerra Mundial y me estuviera entregando un microfilm con información crucial para el devenir de la humanidad.
¿Qué cómo se llamaba?
Pongamos que Mafalda.
Mafalda iba por la vida como una funambulista, con un pie dentro y otro fuera. Siempre por el lado salvaje de la vida. Muy Lou Reed.
Mafalda fumaba. Claro que fumaba. Las chicas como Mafalda siempre fuman. Eso es algo que va con el personaje. Pero nunca olía a tabaco. Ella jamás lo habría permitido.
Enamorarse de Mafalda era algo inevitable. Tenía seis balas en el tambor de ese revólver que tenía por alma y todos mis amigos y yo fuimos cayendo como moscas.
Bang, uno. Bang, dos. Bang, tres. Bang, cuatro. Bang, cinco.Bang, seis.
Y todo olía a pólvora, a cerilla apagada y a su colonia.
Uno trataba de no caer en su tela de araña pero acababa enredado por todos lados. Caíamos. Caíamos con la delicadeza de un piano de cola desde un ático. Como elefantes por el desfiladero de las Termópilas. Así caíamos.
Y lo peor es que ni te dabas cuenta. ¿Yo? Ja, ja, ja. No pienso caer, decías confiado. No. Niet. Nunca. Jamás. Never. Pero éramos los 10 negritos de Agatha Christie: nuestro fatal destino ya estaba escrito.
Ella me veía como un chico estupendo para charlar de discos y tomarnos unas copas. Yo la veía a ella como una chica estupenda para curar con Betadine los arañazos en las rodillas de alguno de los 25 hijos que planeaba tener con ella.
Siempre lograba encontrar una o doce maneras de escapar descalza por la puerta de atrás de mi vida.
Nunca nos peleamos por Mafalda. Porque no tuvimos oportunidad. Habría sido como pelearse por ver a quién le ilumina más la luna. Era una disputa estéril. Ella vivía en una huida constante y nosotros íbamos detrás a lomos de un caballo de tiovivo.
Mafalda era como Moby Dick. Si ella leyera que la estoy comparando con una ballena probablemente me arrancaría el corazón, como en esa escena de Indiana Jones, y me lo pasaría por la termomix. ¡Una ballena! Qué desfachatez. Con lo presumida que era ella.
Pero cuando digo que era como Moby Dick es porque era rara, diferente a todo, única. Y todos la perseguíamos por eso. Y ella te arrastraba hacia el fondo del mar, como al capitán Ahab.
Las chicas decían que tenía cierto aire a Uma Thurman en algunos gestos. Pero era más guapa. Sobre todo en verano. En verano Mafalda reventaba corazones. Porque la piel, los ojos y el pelo le brillaban como brillan las cosas recién hechas.
Siempre digo que mi móvil favorito era un lamentable Siemens que ya estaba desfasado antes de que saliera al mercado. De formas bastas y rotundas, era perfecto como arma arrojadiza. No tenía pantalla táctil, ni cámara, ni juegos, ni internet ni nada remotamente útil. Pero tenía los mensajes de Mafalda. Esos mensajes que releía sin darme cuenta y que en 140 caracteres encerraban risas, historias y enigmas.
Cuando recibía un mensaje de Mafalda, me ponía de rodillas, como si celebrara el gol del minuto 116, mirando al cielo, I belong to Jesus, y daban ganas de descorchar una botella de champán y beber de ella y luego ir haciendo la conga a celebrarlo.
Una noche de verano en Madrid volvía andando con ella cerca de Cibeles. Hacía calor, la ropa se nos pegaba al cuerpo y estaba amaneciendo. Y me dijo lo mucho que le apetecería bañarse en la Cibeles. Y yo no podía dejar de imaginármela como a Anita Ekberg en La Dolce Vita.


Mafalda fue quién me enseño que Frank Sinatra era puro rock and roll.
Ponía un vinilo heredado de su padre. Y bailaba. Lento. Siempre muy lento.
Hubo una época en la que tenía que dar la vuelta a los libros de mi estanterías que Mafalda me había regalado. Porque no me dejaban dormir. Eran como amenazantes ojos de una serpiente en mitad de la oscuridad de mi cuarto. O como el puto tic tac de uno de esos Swatch que no te dejan pegar ojo.
Mafalda siempre vivía de noche.
Vivimos de noche y bailamos rápido para que no nos crezca la hierba bajo los pies. Ese es nuestro credo.
Pero no me estoy refiriendo a que acabara en la tarima de un after bailando “La mayonesa”. Hablo de otra cosa.
Hablo de que siempre tenía una última bala. Un último baile. Una última copa. Una última canción.
Su vida era siempre un gol en el descuento. Un permanente acto de locura como subir a rematar un corner con el portero.
Hablo de echar un pulso al día hasta caer desfallecida en la cama. De no rendirse nunca.
De rebañar el plato, aprovechar la última gota de la botella de vino y Carpe that fucking Diem.
De como cuando eras niño y sorbías como un chupóptero las últimas gotas de tu batido.  De cuando no pensabas nunca en el mañana. De cuando leías con la linterna debajo de la cama cómics de Asterix y Tintín hasta que se te cerraban los párpados. De cuando te revolvías como gato panza arriba para no irte a dormir.
Siempre me recordó al personaje de un cuento de Hemingway que decía:
Yo soy uno de los que les gusta estar en los cafés hasta que cierran.
Con los que nunca se van a dormir.
Con los que necesitan una luz por la noche.

Mafalda siempre se reía con los cosas que le escribía. Se reía fuerte y se le marcaban los músculos del cuello y parecía que en cualquier momento iba a entrar en autocombustión.
Tienes que escribir, escribir y escribir. Y cuando te canses, escribe más. Y escribe. Y escribe. Y escribe.
Nunca lo dejes.
Porque lo más importante en esta vida es encontrar lo que te gusta.
Y entonces, dejar que te mate.
Perdí la pista a Mafalda. No sé en qué andará metida. A lo mejor ahora está casada con un armador griego millonario, a lo Jackie Kennedy.
Eso sería muy de Mafalda.
En una ocasión leí que la gente que más te ayuda es la que entra y sale de tu vida, como un fantasma. Como Mafalda.
En estos días de invierno disfrazados de primavera, de dolorosas derrotas del Real Madrid y en los que uno puede escuchar la lluvia cayendo en el corazón, me acuerdo de “Rain in my heart” de Sinatra.
Y pienso en Mafalda.
Y pienso si sigue dejándose matar por aquello que le gusta.


(El guardián entre el Centeno. Manual de un buen vividor)





miércoles, 5 de junio de 2013

La Luna, ángel custodio del que espera

A veces tengo la moral un poco distraída, sí, lo sé, lo entiendo. No me importa, de hecho. Tengo los mismos escrúpulos para no dejarte marchar esta noche que para esperarte el resto de mi vida si es que en verdad vas a volver.





Anoche te estuve esperando y no llegaste.
No llegaste porque nunca te has ido.
Nunca te fuiste porque nunca has estado.
Nunca estuviste porque yo siempre te he esperado.

Ayer, fue ayer... Y yo,
Yo te esperaba por la mañana, 
Yo te esperé por la tarde
Y aún así, yo, 
Seguí haciéndolo con mucha calma por la noche
Mientras otros sueños invadían mi almohada,
Mientras la Luna tentadora se reflejaba en mi ventana,
Mientras mi perro aullaba sobre tu vacío bien entrada la madrugada.
Mientras tanto...
En silencio,
Yo siempre te esperaba.

Te esperé pero nunca viniste
Te esperé pero una vez más te fuiste.
Te esperé aunque la lucidez desordenase el edredón.
Te esperé, pero una vez más la eternidad envolvió completa la espera.

Sé bien que te vas.
Sé bien que no vuelves.
Sé bien que te pierdes.
Sé bien que la enajenación 
muestra una descripción perfecta 
si me abandono a los versos de este amor incorregible. 

Incorregible, 
obstinado, 
pertinaz, 
inteligible.


Lo sé, 

Y aún así, anoche... yo te estuve esperando.

domingo, 2 de junio de 2013

Ya era hora



Dos palabras: Quiero sexo,
y mi perro ya estaba arañando el cristal de la ventana en el que se reflejaba esbelta tu figura. No tuve que decir mucho más porque ambos sabíamos lo que buscábamos desde hace ya mucho tiempo. Subió. Observó curioso mi escritorio, la funda de mi sofá y también la de mi cama. Me miró, sonrió... me agarró fuerte las nalgas y me cogió lo más arriba que su musculatura le permitía. Cuando me tuvo a la distancia deseada, justo ahí, me agarró vorazmente y comenzó a devorarme como hacía tiempo no sentía que lo hacían. Un auténtico animal, reprimido tras muchos años de intentos fallidos se había desatado en ese encuentro y en consecuencia... Yo estallaba en un latido de placer que hacía de  aquel partido algo fuera de toda vivencia terrenal. Al fin estábamos juntos. Lo cierto es que a mí, no me importaba demasiado, ni si quiera me había costado esfuerzo alguno, pero allí estábamos, estallando en un aullido de placer conjunto.

Ya era hora, amor de verano, ¿por qué has tardado tanto?

Juego de Reyes



Recuerda que si jugamos...

Nadie pierde. 

El héroe de mi relato

Muerdo.
- Manzana, fruto del pecado- pienso, mientras su intenso aroma de fruto inmaduro recorre sin pudor alguno mi paladar. La textura crepitante abandona mis sentidos al éxtasis de lo profundo en una incisión al hijo pródigo del abandono. Crash... otro muerdo. Dejo caer la acuosidad producto de lo precoz de su existencia sobre el altar que reservo para una escritura impertinente. Crash... otro muerdo. Me revelo en llamas pensando en ti y descubro por un resquicio de mi mente que andas haciendo exactamente lo mismo. ¿Por qué no tenerte aquí?, pienso. Y me deshago en un orgasmo de palabras que observo salir de tu boca mientras te distraes hundido en mis recuerdos. ¿Por qué no tenerte aquí? Una noche, un sueño. Sólo eso, sexo. No espero que anheles ser el protagonista fantasmal de una novela romántica, ansío que desees ser el héroe de mi relato carnal. Sólo una noche. Sólo un día. Sólo una tarde... para toda la vida.




Éxtasis de Julieta



Brebaje maldito que acelera el corazón.
Brebaje maldito que para, que hiere, que mata.
Julieta, ¿por qué?
¿por qué dejaste que un falso boticario
llenase mis días de angustia, Julieta?
Tú, inocente alma perdida.
Tú, que pensaste que aquella solución,
Sería sin más tu única salida.
Tú, inocente alma desvalida.
A ti, que te pudo la vida
El pudor, la avaricia y la envidia
De todos aquellos que asediaban cada día un nuevo amanecer.
Tú, querida Julieta,
Amor de mis amores,
Luz de mi atardecer.
Decidiste entregarle el alma al demonio
A cambio de una falsa promesa de vida, esperanza y júbilo.
Tú, mi amada Julieta
Tú… que todo lo quisiste.
Tú, que todo lo tuviste
Yaces hundida en esta fría piedra
que te roba la dignidad
que te roba toda la bondad
al verte poseída por una réproba mezcla
de la que confiaste aguardaba felicidad.
Tú, mi maravillosa Julieta
Que todo lo quisiste.
Tú, hermosa niña,
En las manos de esa droga te perdiste.

Me niego por tanto, al abandono de tu alma
Me niego al abandono de tu cuerpo
Y me uno a ti en este frío invierno
que palidece raudo tu rostro.
Me uno y me entrego.
Dejo que esta droga conquiste diligente mi cuerpo
Hasta que perdida la inocencia con tu muerte
Me lleve allá donde te halles tú, hermosa Julieta.

Bebo así de tu locura, bebo así de tu veneno.
Bebo así y en una vesánica dosis,
Subo al cielo
Para sepultar mi piel bajo tus huesos.