sábado, 29 de diciembre de 2012

¿Eres feliz?

- ¿Eres feliz?

- A ratos... Supongo.

- ¿A ratos? ¿Supones?

- Tienes todo lo que querías. Una mujer y un niño precioso. ¿No es eso?

- Sí, es cierto. Y le quiero con locura.

- ¿Y a ella?

- A ella la quiero también.


- ¿No es ella la persona?

- Durante un tiempo pensé que sí, pero creo que me equivoqué.

- ¿Y qué vas a hacer?

- ¿Cómo que qué voy a hacer? Pues nada, no hay nada que hacer. Es mi mujer y la madre de mi hijo, qué voy a hacer.
¿Y tú? ¿Eres feliz?

- Supongo que sí. Sonrío la mayor parte del tiempo, eso debe ser bueno, pero no lo sé, siento que me falta algo...

- ¿No estás con nadie?

- El amor es complicado. Estar con alguien es complicado también. No sé si lo estoy. No tengo marido, ni hijos... Si es lo que quieres saber.

- Pero... ¿por qué? Es algo que no entiendo, tal y como tú crees en el amor y como lo practicas...

- Te dije que no pararía hasta encontrarlo, que no me conformaría, que no iba a ceder mi corazón a cualquiera.

- Pero no puedo creer que en treinta años y con todo lo que llevas vivido no hayas encontrado alguien con quien compartir, con quien vivir, con quien Ser...

- Sí, me suena que una vez lo encontré, pero se me escapó, aún no entiendo por qué. 
¿Y tú? ¿Crees que alguna vez te lo cruzaste? ¿Crees que por un mísero segundo en tu vida te encontraste con tu alma gemela? ¿Crees que es ella acaso?

- La memoria a veces puede jugar malas pasadas, sobre todo en una mala racha. Pero sí, me parece recordar que una vez mi corazón vibró tan fuerte que creía que iba a reventar. Supongo que es eso a lo que te refieres, porque nunca más me ha vuelto a pasar.

Me abraza tan fuerte que creo que me voy a romper. 
Suena gente a lo lejos, se separa y veo sus ojos empañar, descubro aquella mirada de hace tan sólo unos años. Sigue siendo él, pero quizá no escogió el mejor camino. Supongo que a veces hemos de tener cuidado con lo que deseamos, nos puede arruinar la vida...

- Tengo que irme, el pequeño Dani está algo resfriado y querrá dormir pronto.

- ¿Dani?- Sonrío pensando en cuánto odiaba aquél nombre.

- Soy un calzonazos, qué le voy a hacer.

Sonríe. Me besa en la frente como quien sabe que ya no lo volverá a hacer por mucho tiempo. Me abraza, me mira y le pierdo de nuevo. 

Supongo que si sigo buscándole a él, me quedaré sola para el resto de mi vida. Pero qué le voy a hacer, me hice una promesa, no pararía hasta encontrarle.

Dance me to the end of Love


Te miro. Me invades. 
Te miro. Me sueñas. 
Te miro. Me coges.
Te miro, al fin... Me miras.

Quédate, suplico.
Quédate, imploras.
¿Es que no lo ves?
Mi amor,
 nunca será tuyo. No lo tengo.
¿No lo ves?
No intentes curarme, no quiero. 
Rota estoy mejor, 
en este escenario peleo mejor, sufro mejor, siento mejor.
Aquí puedo jugar mejor.
¿Es que no lo ves?
Jugar, sólo eso,
jóvenes eternamente. 
¿por qué no quieres eso?
¿por qué no te conformas con eso 
mi amor?
No intentes recuperar 
mi amor,
ya no lo tengo. 
Entiéndelo. 

Duele


Duele la cabeza de tanto que te pienso. 
Me bato en duelo en medio de una masacre interior. 
Un combate entre mente y pasión. 
Un sí en medio de un no. 
Una negativa que afirmo con el corazón y que no entiendo aún.
 Ni si quiera comprendo de dónde sale tanto amor. 
No sé cómo contarte Ed, que ya no sé desear de la misma manera... 
que fallezco eterna en frases que revientan estos labios de cristal ensangrentados ya de tanto errar. 
No sé cómo decirte que te busco para no contarlo y que no quieras perderme 
y entonces vuelvas,
 vuelvas a por mi antes de que ya sea tarde,
 antes de que ya me haya ido, 
ahora que aún hay tiempo... ahora que no nos podemos perder. 
Y no puedo, y lucho, y lloro y me atormento mientras te busco en cada mirada,
 mientras te busco en cada canción, 
mientras te asumo en cada palabra y no me entiendo. 
Y ando buscando un nuevo amor, 
agitando estas alas destrozadas, por si un alma piadosa quisiera coserlas... 
Pero me tocan y duele, 
duele tanto que me asusto 
y vuelvo a salir corriendo. 


Sigues ahí, estás dentro. 


Y aleteo de nuevo y él aparece
 y me cura un poco y duele,
 duele más que nunca 
y entonces me alejo, 
me alejo y te busco 
y te busco y te alejas,
 porque yo quiero curarte 
y te duele... 
Te duele tanto, que duele.
Y yo,
me quedo sola y duele... 

Hasta que todo me encaje.

Voy dejarme caer
para empezar desde abajo
una y otra vez...


Que no cueste trabajo,
para seguir de pie...

Hasta que vuelva a creer
hasta que todo encaje
hasta que vuelva a desaparecer
hasta que vuelva a creer
hasta que todo encaje.

Que nada nos separe.


Para que nada nos separe,

que no nos una nada.






(Pablo Neruda)

jueves, 27 de diciembre de 2012

Una cosa simple...


El exceso de burbujas de una terrible adicción de color carbón combinada con la infructífera tarde de hoy, produce un pensamiento leve pero intenso en mi cabeza:

¿Por qué?

¿Por qué venías cada Domingo agotado a dormir entre mis brazos? ¿Por qué quisiste acogerme aquella noche en tu pecho? ¿Por qué tuviste tanto miedo a perderme? Y la peor... ¿por qué todo eso ya no existe? ¿Por qué?... Resuena en mi cabeza.

Nuevamente, he entrado en ese camino, en ese estado de volver a no creer en el amor, porque ni si quiera merece la pena. Lloro cuando veo cómo mi amor por ti se aleja a cada paso que doy, en cada esquina que cruzo, a veces lloro porque veo que no hay más, porque veo que no me importa... y en el fondo, era bonito, era nuestro... Pero a pesar de recuperar mi insensibilidad, de permanecer de hierro hasta que encuentre aquello que realmente forme parte de mí si es que esto existe... A pesar de todo eso... Sólo sigo preguntándome por qué. Hubiera sido un buen detalle de Navidad, regalarme un porque... regalarme una buena historia, poner una tirita a este pobre y malgastado corazón, lo hubiera sido. Pero eso, hubiera sido amor. Es una cosa... simple.


Amor es todo lo que necesitas


Dinamarca. 

Ella. Idha.
Regresa a su casa tras una dura visita rutinaria a su médico de cabecera a la espera de una respuesta, de un sí o un no. De un "esto es el fin" o "es sólo el principio". Decisiva. Dura. Vuelve a su hogar en busca de algo de calor. Allí está él en una  postura algo más incómoda que la que había mantenido ella durante su largo recorrido en coche, pero seguramente mucho más placentera. Con Tilde, la de Contabilidad. Ahogando las penas como dirían muchos, como diría él. Maldito cerdo...

Italia.

Ella. Astrid.
Un amor loco de un bravo italiano le ha embaucado hasta el punto de alejarla de lo duro que había sido ese año junto a su madre, entre sesión y sesión de quimioterapia. Su sueño ciego por ser madre de seis hijos y cultivar una casa llena de amor en un pequeño campo, embaucó tanto a su italiano de educación conservadora y sueños de la familia perfecta que nunca tuvo tras la pérdida de su madre, que ignora por completo sus sentimientos por su mejor amigo Alessandro y persigue su amor por la propia idea, equivocada o no, del amor.

Italia nuevamente.

Pero ahora con ella, Idha y su fortaleza. Se echa al agua. Desnuda. Sin prejuicios. Sin problemas. Sin cabello. Y nada, nada lo más fuerte que sabe contra la corriente, en medio del mar, como quien interpreta una escena de la vida real. Se le da especialmente bien, ya está acostumbrada a mares revueltos. Es fuerte como la roca que la rodea y con la que nunca chocará. Hay alguien nuevo que observa su fortaleza y se enamora de su sonrisa, ni si quiera es consciente de ello. La descubre bella, tal y como es. Se excita incluso cuando observa aquella cicatriz en su pecho. Vida. Eso es vida. Es parte de ella. No importa el tiempo, la edad, nada.... Al fin y al cabo, ¿quién sabe si mañana estaremos aquí? Lo que verdaderamente importa es su sonrisa. Es tenerla aquí hoy, fuerte, cerca, es conocerla y vivir con ella los próximos veinte años que tal vez ni si quiera existan. 
En medio del caos, en medio de la tormenta, es cuando se descubre verdaderamente la esencia, cuando se descubre el amor, cuando se descubre eso, la vida. 



Hace varias horas que terminó la película y aquí sigo, enamorada de su amor. Enamorada de ellos y de lo que han provocado en nosotras. Enamorada de todo. Titubeaban las palabras entre risas y comentarios de dos pequeños que teníamos justo detrás, pero nuestra naturaleza nos impedía odiarlos... Al fin y al cabo, son niños... Decíamos. Siguieron hasta casi impedir que pudiéramos empaparnos de aquella historia de amor, pero esto era imposible. Aún no recuerdo muy bien cómo ni por qué, al encenderse los focos, nos abrazamos, nos besamos y formamos casi una familia. Parecía caído del cielo. Unos niños con gran falta de amor, ante nosotras... rebosantes de ello, rebosantes de alegría. Y como un enlace químico juega con sus componentes o unas capas pierden o ganan electrones según su necesidad de ser un elemento u otro, compartimos nuestro ser y acabamos haciendo del cine la vida real y de la vida real un cuento, como todo, como la vida, como las cosas buenas, como el momento. Al fin y al cabo... Amor es todo lo que necesitas. Amor es todo lo que necesitan. Amor es lo único que necesitamos.

martes, 25 de diciembre de 2012

Excitante.



Lo que más me gusta de los chicos que conozco una noche cualquiera en medio de la nada, junto a la barra de un bar es que les gusto así, tal como me ven. Divertida. Incluso mediocre. Una chica cualquiera, que sale y se divierte como el resto, con el resto. No esperan demasiado de mí y no tengo por qué dar demasiado en consecuencia. No esperan que me quede un Viernes noche en casa, porque me conocieron ebría una noche cualquiera. Se extrañan si conocen la historia de que tan sólo salgo una vez al mes o a la semana, que llevaba mucho tiempo sin beber y se molestan si no recuerdo su nombre. Ser cualquiera, en brazos de alguien a veces resulta tan reconfortante como la tristeza que provoca a un lector que no quiere ser cualquiera y recibe estas palabras. Pero es realmente divertido, tenaz. Aquél chico, de aquél mugriento bar, nunca esperará que la chica que se desnudó en su coche le regalase un libro, nunca esperará que aquella chica nunca vuelva a llamar, aquél chico, de hecho, lo único que hizo fue escoger a la menos mediocre de lo que le parecía pésimo para no volverse a preocupar, y la ausencia de preocupación en este instante en cuanto al amor, me resulta, cuanto menos, excitante.

Game Over


Dada la soledad del día de hoy, el tiempo que llevo sin un buen polvo y lo igual que me empieza a dar todo ya, decido dar rienda suelta a la Patty rubia que llevo aún en mi interior, sonrío libremente, como cualquier chica de ventitantos sola en casa y tecleo un par de teclas divertidamente atrevidas en espera de una respuesta igual de divertida o picante quizá:

- Papá Noël te ha dejado el polvorón de tu vida bajo mi árbol. ¿Vienes a recogerlo?

Comienzo a reír yo sola después de enviarlo.

Después de una hora divertida hablando con mi consejo Florentino... y riendo sin parar sobre lo que acababa de hacer y suponiendo cómo estaría él,  tratando el infarto que sufriría tras leerlo o cómo bajaría quizá su erección instantánea, recibo una respuesta de un tipo serio, mayor, alguien que no se asemejaba a lo que yo conocía. Supongo que yo sigo siendo joven y atrevida, con el pelo oscuro pero más rubia que nunca, pero él no... Va asentando, o quizá ha cambiado de acera, quién sabe. Supongo que el juego ha terminado. De cualquier manera, aquí me quedo yo, a la espera de una respuesta un poco más positiva por parte de mi imposible, seguramente no le ofreceré ningún dulce, pero aquí tiene, entero mi corazón, por si decide venir a completar mi día, como la familia, como los amigos, como lo que un día fuimos... aquí estaré si quieres venir, querido imposible. De momento, miremos la agenda por lo que pueda pasar esta noche en el número 37 de la calle de la ironía.

Volver a casa por Navidad, siempre.



- Es que, a veces, parece que no quisieras tener a nadie cerca. Que estás bien así, que algo más, te molesta. ¿Es que tú no quieres tener una familia algún día? ¿No quieres celebrar la Navidad?

Sonrío y pienso en la falsa impresión que podemos llegar a transmitir a veces, cuando queremos ser fuertes.

- Pues claro que quiero Ana, pero no quiero vivir para siempre con una falsa esperanza, no puedo pretender que mi felicidad dependa de otras personas, eso ni si quiera es justo. 

- No te hablo de depender de nadie, pero sí de crear lazos, de estar cerca, de cantar, de celebrar en familia. Si siempre estás viajando, te escondes cuando hay demasiada gente... Nunca tendrás lo que todo el mundo tiene, ¿no lo quieres? Porque me da la impresión de que no eres tan independiente como tú crees.

- ¡Pues claro que lo quiero!. Y no, no soy nada independiente, es sólo que la vida, las situaciones me han hecho así. A veces, hay que aceptar lo que se tiene para poder ser feliz. No puedo pretender ser lo que no soy, no tengo problema con ello. 

- ¿Entonces?

- Entonces si la pregunta es si me gustaría celebrar una tarde tradicional, navideña, con mi familia, tener primos pequeños con los que preparar mazapán y tías de las que aprender a cocinar... tíos con quiénes cantar y bailar. Sí, la respuesta es sí. Entonces, si la pregunta es si me gustaría tener todo esto en un futuro próximo... Sí, la respuesta es sí. Si la pregunta es si pretendo estar lamentándome por no tenerlo hoy o lamentándome porque no lo encuentro mañana o incluso conformándome con cualquiera, y recalco, cualquiera, que me ofrezca esto mañana, la respuesta es no, prefiero quedarme como estoy. Estoy bien sola Ana, lo sabes, soy feliz. He decorado mi casa de Navidad y he cantado villancicos con Dan y ahora... ¡he empezado un libro nuevo! La metamorfosis, de Kafka. ¿Sabes que aún no me lo había leído? Antes de irse mi madre me dió dinero para que me comprase algo de ropa por Navidad, pero pasé por la Feria Del Libro de Cánovas y no lo pude evitar... ¿Lo ves? Así soy yo. Es fácil. Es distinto. Pero no está mal, no es triste, deja ya de preocuparte. 

- Me preocupa. Claro que me preocupa. - Me abraza. Se separa y prosigue. - Sólo prométeme una cosa: Si no lo encuentras, si no existe nadie que alcance tus expectativas y pueda ayudarte a formar esa familia, esa unión tan especial que buscas... entonces, prométeme que nunca pasarás la Navidad sola. Prométeme, que desde cualquier parte del mundo en el que estés, siempre, siempre... Volverás a casa por Navidad. Con tu familia, con tus hermanos, conmigo.

Sonrío. La quiero tanto , que a veces ni si quiera me lo puedo explicar. Me doy cuenta de lo que la echo en falta y de lo especial que es para mí.

- Te lo prometo, Ana. Te lo prometo.


Feliz Navidad.



Veinticinco de Diciembre.
Despierto temprano a pesar de haber trasnochado, quizá por costumbre. Quizá porque en mi subconsciente sigue aquella niña que se preocupa por si Papá Nöel no cabrá por la chimenea, si ha comido demasiado en las otras casas, o si los renos tendrán leche suficiente; la que se preocupa por si debido al insomnio producido por la ilusión del momento, Papá Nöel se enfadase y no quisiera pasar por allí. Sea por lo que sea, despierto... Algo desconcertada. Me duele la espalda. Miro a mi lado y allí está él. Se ha colado en mi cama mientras dormía y yace profundamente en mi regazo. Es maravilloso. Le acaricio, le beso y despierta muy suavemente. Me acaricia con su mirada y con su leve expresión de culpabilidad por estar en un sitio prohibido. Pienso en levantarme. Es temprano. La una del mediodía y no tengo nada que hacer. Pienso en terminar de poner la decoración navideña, ya que ayer se me quedaron rincones sin iluminar. Despierto. La casa está vacía, y yo algo triste. Es normal, es Navidad y estoy sola de nuevo, pienso y derramo una lágrima involuntaria que escondo por la misma razón que asoma, es Navidad. Me lavo la cara y bajo a desayunar. Hoy no desayuno mucho, que comeremos bastante. Sonrío por lo que inconscientemente he pensado. Abro la nevera y en ella encuentro un único plato de menestra que dejó mi madre antes de irse y un huevo caducado. Intuyo un paquete de Jamón Ibérico. Dado el menú que tengo para comer, puedo permitirme una buena tostada de jamón navideño, así empezaremos bien el día, reflexiono tras la mirada al depósito de alimentos.
Llueve. Otra lágrima cae por mi rostro. Dan comienza a perseguirme. Se pone especialmente nervioso cuando me intuye triste. Desayuno, me tumbo en el sofá. Abro los ojos. Debo haberme quedado dormida, ya es la hora de comer. Caliento la menestra y abro una lata de atún que encuentro por algún armario de esta enorme cocina, Feliz Navidad, me digo. Miro a Dan y me sonríe, lo sé. Le pongo su comida y decidimos juntos festejar la Navidad, hoy es un buen día, nos tenemos el uno al otro. Otra lágrima, esta vez de emoción. Termino la comida sin mucho esfuerzo, me tumbo y busco algo típico de Navidad en la tele. Noticias. Es pronto. Me levanto y decido que hemos de festejarlo. Creo que tengo un CD de villancicos en alguna parte... Música a toda pastilla. Decido que el árbol se ve poco en el sitio donde está, que el Belén que aún conservo desde que era una enana tiene demasiado polvo, que faltan los Reyes Magos, que hay que arreglar al niño Jesús, poner encima de la mesa el candelabro navideño de mi abuela y hay que bajar a buscar todas las bolitas que me faltan. Las encuentro, sigo cantando. Dan juega, reímos y bailamos juntos. Sé que los vecinos ahora mismo me odian, pero no pueden hacer nada, soy feliz. Le tengo a él. Jugamos, bailamos. Una lenta, ahora ... oh, blanca Navidad. Ande, ande la marimorena y así pasa la tarde, feliz. El café se ha enfriado y mi espíritu ha despertado. Estoy deseando que vuelva mamá, para volver a celebrar la Navidad, de nuevo.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Santa, Baby...


Santa baby, just slip a sable under the tree, for me 
Been an awful good girl 
Santa baby, so hurry down the chimney tonight ...

Think of all the fun I've missed 
Think of all the fellows that I haven't kissed 
Next year I could be just as good 
If you check off my christmas list ...



(Enamorada de esta canción! Felices fiestas!)

Infinity Love.


Un bar de carretera. Él, un par de cervezas y yo. La bombilla que se sostiene justo encima de nuestras cabezas parpadea sin cesar, de una manera un tanto molesta. Las patatas tan si quiera se pueden probar porque no sabemos el tiempo que llevan servidas en aquél plato sin haber sido probadas, o peor... Si alguien las probó y las dejó ahí a la espera de un nuevo receptor. Nada de eso importa. Estamos ahí. Eso sí importa. La cerveza aumenta mi temperatura corporal así que decido comenzar a desnudarme muy sutilmente. Una chaqueta y luego otra. Me remango y dejo caer mi nueva pulsera... Cae de una manera elegante un infinito que bordea suavemente una palabra... Love. Coge mi muñeca y observa la joya dorada que cae encima de las letras que hay inscritas y siento como respiramos al unísono. 

- Amor infinito. - Recalco por si no ha comprendido el significado.

- Amor infinito... - Repite adentrándose en sus pensamientos. - ¿Crees en eso?.

- Por supuesto. Sin duda alguna existe y debe ser maravilloso. Yo, lo pienso encontrar.

- Sí, pero... amor infinito... 

- Es eso, un compañero de viaje, un compañero de vida. - Le digo interrumpiendo un pensamiento sobre lo que cree que creo yo del amor.

- Sí, claro, pero... eso es lo que pienso yo. La complicidad... Eso es, un compañero de vida, alguien con quien compartir.

- Eso es lo que hace el amor infinito, para toda la vida. Eso es lo que hace que dure. Encontrar a alguien a quien aceptes con todo, y sobre todo que te acepte con todo... - Y mientras decía esto, me daba cuenta de lo equivocada que había estado al enamorarme de alguien como él, no puedo aceptarlo tal y como es... Mejor dicho, tal y como actúa, en el mundo el que vive. No sé hacerlo. 

- Eso es, pero no es sólo eso, se trata de que no cueste esfuerzo aceptarlo. De que te guste todo, lo bueno y lo malo y que ello te lleve a la aceptación. - Felisa se coló en mis pensamientos y la venda cayó de mis ojos, el chico sin nombre tenía razón... Y quizá no estábamos hechos el uno para el otro. Yo le acepté con todo mi corazón... Pero había cosas que nunca me podrían gustar, que tan si quiera podría aceptar, no podría vivir en ese mundo en el que él pretendía vivir, y no podía pretender que lo haría. 

- Eso es, eso es lo que pienso yo del amor infinito... - Dije enajenada en mi propia conversación.

- Ya, pero eso es muy difícil. ¿Y si nunca te cruzas con esa persona?

- Ese es el problema, que nos conformamos. Nos rendimos en la búsqueda y a lo mejor, está justo en el instante siguiente, justo antes de conformarnos con la persona equivocada, pero ya estamos cansados de buscar... Y nos acoplamos, con lo más parecido que encontramos y ahí hacemos nuestro nidito, tenemos hijos y morimos. 

- Si, bueno, es cierto, con los miles de personas que somos en el mundo tendrá que existir... Pero, no puedes pasarte toda la vida esperándolo, no todo el mundo puede estar sólo a la espera de que eso llegue. 

- En los cien años que pretendo vivir, pienso dedicar la vida a buscarlo, con lo que quiero viajar, seguro que lo encontraré. Y si no... pues al menos sé que no me habré conformado. La persona equivocada puede arruinarte la vida, y no estoy dispuesta a ello.

- Bueno, eso es cierto, mejor sólo que mal acompañado...

Un silencio momentáneo nos invade. Suelta sin darse cuenta bruscamente mi muñeca.

- Vamos a comer algo, ¿no? Me muero de hambre. - Le pierdo de nuevo. Pero ya no hay nada que hacer. Una vez pensé que había tenido la maldita suerte de encontrarlo porque es insanamente perfecto. Pero... parece ser que me equivoqué. 

- Si, vamos, ¡esta es mi hora de cenar en Italia! Me muero de hambre. - La ansiedad de aquella conversación ha abierto un hueco en mi estómago que he de llenar de alguna manera. 

Me duele el corazón y estoy algo triste. No quiero que se vaya, me gusta... Y, no quiero estar sola. No quiero que me deje sola para mis próximos ochenta años, porque él, en su versión más sana es absolutamente todo lo que quiero. 

¿Y si cuando encuentras a esa persona ya es tarde? ¿Y si la vida le ha tratado tan mal que parece no ser esa persona? ¿Y si ni si quiera te reconoce? Entonces... ¿será que no es la persona? ¿Es todo mucho más racional? ¿Menos utópico? ¿Qué es el amor y dónde lo puedo encontrar? 

O peor... ¿Y si te cruzas a esa persona y nunca lo sabes? ¿Merece la pena hipotecar tu vida por algo incierto? Sí,  espero que sí.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Por esas dulces locas...


Because the night belong to lovers.

Se reproduce en mi mente un video comercial de la Tierra extremeña...
"Ojalá estuvieras aquí para poderte abrazar de nuevo...", canta una preciosa voz en mi cabeza, a la vez que imágenes de campos infinitos y caminos maravillosos se turnan en momentáneos fotogramas. Tengo ganas de verlo y escucharlo, pero no llevo los auriculares y no procede que toda esta gente me vea llorar... El autobús está tardando hoy mucho más de lo normal. Creo hasta que está yendo por un camino diferente, aunque es posible que eso no sea cierto y que simplemente, como todos estos días, se me esté haciendo eterno.

Llueve

Llueve. La lluvia empapa el cristal y no soy capaz de apreciar que estos son mis últimos días de Diciembre en Florencia, quizá para siempre. Que el tiempo se escapa y no me maravillo de las gotas que empapan el cristal en esta preciosa ciudad. No lo hago, porque mi mente lleva en España ya más de una semana.
He amanecido tarde, he roto mi paraguas favorito y voy a clase empapada sin un sólo bolígrafo en el bolso. Pero llevo los labios rojos. Eso, seguro que me aventaja. Al menos, voy sentada en el autobús, no hay demasiada gente, es normal... Llueve. Hoy he soñado intensamente con Dan. Le echo tanto de menos... Decido no pensarlo con regularidad para evitar un sufrimiento totalmente infructífero, pero me duele tanto no tenerlo aquí conmigo... Prometimos caminar siempre juntos... Hay tantas cosas que prometimos... He decidido recordarle para siempre. Caminar siempre con él. Quién sabe, quizá lo haga esta Navidad...
Mañana es el último día. Se me hace eterno. Me pesa la vida si pienso en moverme. Quiero vivir cerca de casa. Lo quiero porque estoy lejos, lo sé, pero hoy es día de quejarse, como ya he dicho...Llueve.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cansada de esperar.


¿Estaré ya cansada de esperar?
¿Se habrá acabado por vez primera la Navidad?

Cierra los ojos.


Cierra los ojos. 
¿Me ves?. 
Soy tuya. 
Nunca me he ido. 
Nunca me fui.
Nunca podré.

De los italianos aprendí...



De los italianos aprendí a apreciar la espuma del café y el ácido del limón al probar una gota de licor. Aprendí que un buen helado en pleno invierno puede reconfortar hasta al más caliente de los corazones. Aprendí que un buen café justo después de la cena, hace que la mañana siguiente después de una eterna noche de copas no haya ni rastro de esa horrible sensación de arrepentimiento de la noche anterior. Aprendí que caminar por la calle se dice más bien pasear. Aprendí que una mirada se puede guardar. Aprendí también que un hombre galante no es aquél que te abre la puerta si no el corazón y que no siempre lo que se dice es verdad. Aprendí que a veces, ser bonita puede molestar, que no me gustan las multitudes, ni los mercados, y que me quedo con las grandes personas. Aprendí también que hay distancias cortas que te pueden parecer eternas y distancias kilométricas a las que te transportas en un segundo. Aprendí que los cuentos de hadas son de alguien que creyó en el amor con una imaginación casi tan grande como la mía. Aprendí que las mañanas empiezan a las diez y que los españoles, con su gracia, pueden conseguir prácticamente lo que quieran. Aprendí también que la gente del Sur siempre es más caliente y que hay personas que resisten verdaderamente bien el frío. Aprendí a valorar lo que es tener buenas naranjas, buen aceite y buen jamón. Aprendí que quiero un sitio lleno de color. Aprendí que el arte se puede vivir, se puede masticar, que el arte se puede Ser. También de ellos aprendí a hablar con una preciosa melodía y a discutir bajito pero gesticulando bien fuerte con las manos. Aprendí que la familia está donde tú estés, porque siempre habrá españoles por el mundo, que las conexiones a internet no son siempre buenas y que tal y como se ha dicho siempre, España es un verdadero paraíso y sobre todo aprendí, que siempre volveré.

martes, 11 de diciembre de 2012

Infielmente tuyo.


Querida Karen,

Si estás leyendo esto, significa que he encontrado el valor para mandártelo. Bravo por mi.

No me conoces muy bien pero si me lo permites tengo tendencia a repetir una y otra vez lo duro que me resulta escribir. Pero esto... es lo más difícil que he tenido que escribir nunca.

No existe una manera fácil de decirlo, así que simplemente lo diré.

He conocido a alguien. Fue una casualidad. Yo no lo estaba buscando, no lo planeé. Fue la tormenta perfecta. Ella dijo una cosa, yo dije otra. Cuando me di cuenta quería pasar 
el resto de mi vida en mitad de aquella conversación.

Ahora tengo la sensación en mis entrañas de que puede ser ella. Está completamente chiflada... de una forma que me hace sonreír. Extremadamente neurótica y... exige un mantenimiento exhaustivo.

Ella eres tú, Karen. Esa es la buena noticia.

La mala, es que no sé como estar contigo ahora. Me acojona.
Porque si no estoy contigo inmediatamente, tengo la sensación de que nos perderemos ahí fuera. 

Este es un mundo enorme y malo, lleno de vueltas y recovecos y basta con parpadear para que desaparezca el momento, el momento que pudo cambiarlo todo.


No sé lo que hay entre nosotros. Y no puedo decirte por qué habrías de saltar al vacío por alguien como yo. 

Pero hueles tan bien...Como el hogar. Y haces un café excelente. Eso también es importante, ¿verdad?


Llámame.

Infielmente tuyo,

Hank Moody

lunes, 10 de diciembre de 2012

Se te olvidó...


Se te olvidó, lo qué prometiste ayer, se te olvidó, 
y por mucho que intentemos recordar cómo pasó, 
se te olvidó. 

Y ya no importa todo lo qué pueda 
imaginarme por la noche o por el día, 
con las ganas qué sentía de tenerte aquí...

Y lo es, tan fácil...


Fue difícil aprender a no estar contigo,
borrar tu huella de mi piel y de mi camino...
Y ahora que he aprendido...
Vuelves, como si fuera tan fácil
a pedirme que recoja en un abrazo
los pedazos que encontrastes al andar...

(Georgina. Justo ahora.)

Una historia de amor por escribir.



Ahí estaba ella. Metro setenta y cinco de fragilidad aflorando por todos los poros de su piel.
Ella. Seguramente una de las mujeres más atractivas de aquella enorme discoteca, enfundada en un vestido de cuero negro derramaba palabras de sinceridad sobre la fortuna de mis impetuosos oídos. Ella, que se esconde tras el traje de la alegría y de la despreocupación, decidió aquella noche regalarme sus palabras de ternura. Me habló de Joan, su gran amor, su amor eterno, su debilidad... Embriagada en una noche oscura llena de encantadores italianos, sólo podía pensar en él. Sin casi poder retener las palabras, describió la clave, el secreto, la fuerza y el poder del amor verdadero. La aceptación. Cómo ella sentía que podía sacar lo mejor de sí misma con él y como eso era lo que más loco le volvía. Me contó que estaba dispuesta a recorrerse el mundo con él si éste decidía hacerlo, China o Japón, Rusia si fuera necesario, todo con estar cerca de él.
Ella. Mujer de semblante firme e independiente, con una exitosa carrera por delante, quería entregar toda su vida a su gran amor y seguramente él no tuviera ni la más remota idea. Me confesó que nunca se lo había dicho, que por las noches le dibujaba un te quiero en la muñeca cuando ya estaba dormido, para que empapase sus venas, porque su boca era una maldita jaula que encerraba las palabras. Con lágrimas en los ojos me dibujó las letras y sentí el hormigueo que él debería sentir cada noche, sin tan si quiera saberlo... Pero aún así, la quería y deseaba permanecer a su lado. Nunca había escuchado una historia mejor.

Sin más.



Dame tus imperfecciones.
Con ellas me conformo.

(Alejandro Jodorowsky)

martes, 4 de diciembre de 2012

Wonderful


Hace frío sin ti, pero se vive.



- Y tú, ¿qué? Hace mucho que no hablas de él.

- Da igual, no es importante.

- ¿Cómo que no es importante?- Contesta Sophie con cara de incredulidad. Su perspicacia siempre consigue robarme las palabras de la boca. Las saca como quiere, a un ritmo lento o rápido, según le convenga. De la misma forma que elige unas compras Navideñas en una página web, sabe en qué botón tocar exactamente para que yo agite mi lengua sin mucho esfuerzo. Ella es así y en el fondo, es lo que más me gusta.

- Pues eso, que ya no es importante. No quiero que lo sea. No he vuelto a saber de él desde hace semanas, eso es lo único que importa de verdad.

- Ya Patricia, pero no puedes vetar sentimientos. No los puedes prohibir. Es bonito sentir, ilusionarse.- Y aquí las palabras mágicas, ya no toca eso, ya la ilusión no puede seguir... Ya es tarde. Todo tiene un final. 

- Hay veces que la racionalidad tiene que vencer, esta vez lo ha hecho. - Digo convencida y siento cómo el corazón se rompe por dentro. Lo noto, lo oigo. Voy a recoger los pedazos y me corto, pero grito en silencio una vez más. Ya no tiene sentido y lo voy a superar, lo sé. Me ato fuerte un paño y aprieto sobre la herida que no deja de sangrar y lo empapa de un plasma rojo que delata mi debilidad. Ella la intuye con sólo un vistazo y sonríe tierna, me abraza en silencio con sus cálidas palabras, quiere hacerme sentir bien. Pero ya no será así, no puede ser. No puedo maltratarme una vez más. Siento que los eritrocitos me oxigenan el cerebro y consigo salir viva, parece que todo se vuelve a recomponer. Debo tener las defensas bajas porque me duele la cabeza y la herida no acaba de cicatrizar, pero como todo... Sólo es cuestión de tiempo y cuidado, mucho cuidado con este frágil corazón.
Aún recuerdo cuando te prometí que no se lo regalaría a cualquiera, maldita sea, no me di cuenta de que ya era tuyo. Maldita ilusa. Hoy trabajo duro. Hoy trabajo fuerte. A veces incluso lo consigo, a veces se me olvida intentarlo, pero el tiempo, el silencio... Va haciendo su trabajo. El de un buen curandero, el tuyo, el suyo, el mío...
A veces, sólo podemos contar con nosotros mismos para lamer nuestras propias heridas, porque la saliva ajena, como sabemos, puede infectar. A veces, sólo hay que esperar.


Y con un rezo inoportuno, estallo en un quejido eterno:

Querido amigo, querido tiempo, no me trates con más crueldad, te lo ruego, déjame olvidar.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Nunca dejes de viajar, nunca dejes de vivir.



"A veces, si el tiempo no puede cerrar las heridas del corazón, el coágulo queda incrustado en lo más hondo del alma y allí permanece, hasta que se reabren y se limpian con esmero. Pero hay ocasiones, cuando ni el más virulento de los amores justifica el afilado cuchillo, que esa cura no puede venir más que de uno mismo."


(Amelia Noguera. La pintora de estrellas.)

Aunque tú no lo sepas.


Sublime.

domingo, 2 de diciembre de 2012

¿Dónde me encontrarías?



- ¿Si un día me perdiera, dónde me buscarías?

(Risas) - Tú no te perderías jamás y lo sabes.

- No venga, en serio... ¿No sabes dónde encontrarme si un día decido no volver?

(Se acerca de manera brusca y la coge de la cintura)- ¿En serio? ¿Qué es eso?¡Venga ya! A ti no te gustan los tipos serios. Dame un beso, que muero por esos labios.

(Ella se retira). - ¿Ves? Esta es la razón por la que creo que nada de esto saldría bien. (Se sienta enfadada de un salto, en el pequeño muro en el que estaban apoyados)

(Él, mira agotado y pone los ojos en blanco). - ¿De qué coño estás hablando ahora Patricia?- (Se retira, enciende un cigarrillo y se sienta a su lado).

- Pues eso. No puedes conocer a una persona, enamorarte y pensar que vas a ningún sitio si tan si quiera conoces el lugar donde se escondería el día que no pueda más, cuando le pese la vida,cuando decida no volver... Joder, no puedes, simplemente no puedes. Eso, es lo único que me hace ver que esto no nos lleva a ningún sitio y que estamos eternamente equivocados...

(Zarandea los pies de un lado a otro golpeando cada vez el muro con un pie distinto). 

(Hay un silencio que se hace eterno).

- ¿Ves?. Joder. ¿Lo entiendes ahora?- Dice ella insistente.

(Él agacha la cabeza, coge su abrigo, la besa en la frente y hace ademán de irse).

- ¿Te vas?

- Es lo mejor, lo sabes.

- Lo que yo diga... No merece la pena. 

- A veces puedes ser muy dura. Eres consciente, ¿verdad?

- Lo soy.

(Ella se queda mirando hacia arriba, como si las estrellas estuviesen aplaudiendo lo valiente que ha sido por decirle las cosas tan claras. Las cosas son como tienen que ser y ya está, se repite en silencio). 

(Él, la mira y comienza a caminar). 

(Se gira).

- Una biblioteca. 

- ¿Qué?

- O una librería, quizá, no lo sé. Imagino que depende de la librería y depende de la biblioteca. De lo caros que estén los libros o de lo nuevos que sean. 

(Ella siente que no puede articular palabra. No lo hace. Ni si quiera se atreve).

- El problema no es ese, mi niña bonita, el problema eres tú y lo lejos que estás. El problema es que esto tenga un final. 

(Lágrimas empapan las mejillas de la cara atormentada de ella. Sigue sin poderlo creer).

- Cuídate, anda. Y cuídate de esos italianos, que saben muy bien lo que se hacen. Cuídate el corazón, Patricia. No lo regales a quien no lo merezca por favor.

(Desaparece).

martes, 27 de noviembre de 2012



Recuerdo aquella noche. Recuerdo como azotaba el corazón de la misma manera que lo hace ahora cuando la memoria aprieta. ¡Dios! Cómo duele el recuerdo... Hablamos. La sensibilidad afloraba ya por lo cerca que estaba la despedida, por lo intensa que estaba siendo aquella historia. La conversación pasó a ser una discusión y la discusión pasó a ser una disputa seria y equivocada. Hablamos en un tono frío y él concluyó con algo a lo que yo tan si quiera supe qué responder. Me quedé ahí, paralizada, con el espíritu a punto de estallar, mirando impasible la televisión porque era lo más inteligente que se me ocurría en aquel momento, de hecho era lo único que se me ocurría. Nervios. Miedo. Procuraba no respirar muy fuerte, no le fuera a molestar mi sola presencia. Inseguridad. Dolor. No quería estar allí, pero mucho menos irme lejos. Era la primera vez en varios años que mantenía una conversación distorsionada con alguien que me importase lo suficiente como para hacerme temblar.
En mi mente, otro tiempo pasado. Otra persona. Otra vida. Apareció él, aquél que se llevo mi yo misma consigo, insultándome, desgarrándome con su mirada penetrante, su mirada de decepción. Me volví pequeña, creo que por un momento desaparecí de la habitación. No estaba allí.
De repente, una mano tierna a pesar de su textura algo áspera por el oficio y poco cuidado de sí mismo, me rozó el brazo que sujetaba desesperadamente mi cabeza a la búsqueda de una solución. Me agarró suavemente y me invitó a desafiar aquella mirada que llevaba varios minutos evitando por no encontrar frialdad y desaprobación en ella. Al volver la cara, le vi, estaba tan consternado como yo y no  podía verme sufrir, miré sus ojos y sentí su calor. Me agarró fuerte contra su pecho y aprecié el latir de su corazón, casi tan fuerte como el mío, con miedo, con dolor y con amor. Y así me quedé, refugiada en un suave y paternal regazo entre aquellos brazos que consiguieron, a pesar de todo, calmar mi temor. Lágrimas corrían desgarradoras por mis mejillas, nunca supo por qué.

Un comentario sin más





"Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al revés. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto."

Del capítulo 93 de Rayuela


Ojalá y no use la "fórmula del amor" para enamorarme.. sufriré algo más, eso seguro.. pero será de ese, del bueno, del que hace temblar las piernas y hervir el corazón, del que te mantiene helado, del que te vuelve improductivo. De ese. Ojalá, aparezca en el momento adecuado, con la percha adecuada y los zapatos limpios. Ojalá yo lleve los labios recién pintados. Ojalá sea totalmente compatible. O mejor no. Que aparezca mejor el peor día, ese que llego tarde y salgo de casa con deportivas y sin maquillar, que él ande despistado y se choque conmigo ofuscado porque al contrario que yo se levanta con mal pie. Que nos conozcamos y nuestras incompatiblidades nos hagan pensar que no tenemos la fórmula adecuada para que esto dure para siempre, pero que aún así el corazón venza. Mejor que sea tan fuerte que todo esto, la fórmula ideal se cultive con el pasar de los años, con la comprensión y el cariño y con la simbiosis producto de la diversidad. Ojalá y sea así.

Y una cosa más que leí de alguien que desgraciadamente no sé quién es:

"Si estás buscando al amor de tu vida. DETENTE. Te estará esperando cuando comiences a hacer las cosas que amas".


(Comentario ante un post que habla fríamente de cómo encontrar el amor verdadero... )

Infidelidad Literaria.



¡Mierda!
¡Acabo de empezar a leer otro libro sin querer!
¿Pero qué coño me pasa? ¡Este es el quinto ya! Y no puedo dejarlos. Soy una maldita infiel literaria. Cojo uno, lo absorbo durante horas, le quito el veneno, le entrego mi pasión, y en cuanto veo otro que me gusta lo empiezo y repito la misma historia. Libros que nunca acaban. Historias en stand by esperando a que alguien les regale un final, y mientras leo, y mientras viajo, y mientras estudio, y mientras vivo. Mientras, cotilleo en algún blog, escribo y leo. Y vuelvo a ser infiel, y sigo dándole amor al que me apetezca ese día aunque algo menos apasionado, claro está, pero le quiero igual, ¿cómo no le voy a querer? Y ahí están, esperándome en la débil estantería, queriendo alimentar mi hambre, mi locura, mirándome desesperados, a la espera de que sea yo quien les regale aquel final. Mientras tanto, esta noche será Rayuela quién despierte mi pasión y Julio Cortázar mi amante, el que me desvele en la más oscura profundidad de la noche.

lunes, 26 de noviembre de 2012

O mejor aún, a una que escriba.


Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el armario porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca. 



Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.


Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café, porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación, porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.



Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de “Fellowship” y sé consciente de que si te dice que entendió el “Ulises” de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella. 



Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, en Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción, pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace. Por lo menos tiene que intentarlo.



Miéntele. Si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo. 



Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos. 



¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo. 



Si te llegas a encontrar una chica que lee, mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas, pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.



Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.



Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho.

Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.



Sal con una chica que lee, porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si sólo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.




O mejor aún, a una que escriba.


(RoseMary Urquico. Sal con una chica que lee)



Por casualidad, he topado con esta lectura de Urquico antagónica por completo a la de Warnke. He de reconocer que mi egocentrismo ha hecho que la tecleara fugazmente entre estas páginas porque me sentía totalmente identificada con la protagonista de la historia. Pero he de decir una cosa, no salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada... (Warnke).

Consejo de una chica que lee.

De hombres y libros.


Soy de esas mujeres que necesitan leer varios libros a la vez. Porque mantenerse fijada en tan sólo uno de ellos, le robaría la pasión, la naturaleza y la vida. Para mí un libro es tan mío, que se mete dentro y me ciega las entrañas. Me agarra el corazón hasta hacer que la despedida sea cruel. Si tengo varios a la vez en mis manos, la tortura es más lenta, e incluso a veces más placentera. Un orgasmo prolongado, un éxtasis corriente. Digamos que prefiero tener varios placeres lentamente que un sexo multiorgásmico de una sola vez que sé que se llevará consigo toda mi estabilidad emocional. Lo sé. Lo necesito. No hay más. Lo mismo me pasa con los hombres.

domingo, 25 de noviembre de 2012

¿Qué mierda no estamos haciendo bien?

- ¿Sabéis algo del chico?

- Dicen que se ha suicidado...

Me tiemblan las piernas. No puedo continuar. Intento hacer como que no he escuchado nada, pero no puedo. Rompo a llorar. Tiemblo y me detengo. Suelto todo lo que tengo entre manos y me siento a coger aire. Breathe. Dos suicidios en un intervalo de una semana. Dos auto - homicidios, en un círculo de gente relativamente pequeño. Y sólo me queda preguntarme... ¿qué coño nos pasa?  ¿Qué mierda no estamos haciendo bien? ¿Hacia dónde estamos llevando esta sociedad para que personas con toda una vida por delante, con años y años llenos de 365 oportunidades para comenzar de nuevo sientan que ya no pueden más, que no saben cómo hacerlo, que no quieren...? ¿Alguien puede explicarme en qué valores estamos basando la vida de nuestros semejantes para que nos lleguemos a rendir, para que nos sintamos desdichados a diario, para que no pidamos ayuda? ¿Cómo nos dejamos llevar hasta ese punto? ¿Cómo cruzamos la maldita línea que separa el no puedo más del ya no hay más? 

Depresión. Ansiedad. Hastío. No son los problemas básicos de la sociedad. Son la consecuencia. Y hasta que no lo veamos, hasta que no dejemos de buscar la falsa felicidad, hasta que no aceptemos al que tenemos al lado con cada pequeña inquietud, hasta que no aceptemos cada error y cada paso y hasta que no nos prestemos a dar la mano cuando a alguien le cuesta subir la escalera... Seguiremos así, muriendo en vida, para acabar todos en el mismo lecho de muerte. Maldita sociedad. 

D.E.P.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Dónde está Aladdin cuando el cuento se acaba?

Despierto a medio día de un sueño bastante ligero pero confuso. Miro a mi alrededor. No hay nadie. Creo haber soñado que había alguien en mi cama. Estoy totalmente despierta, así que puedo abrir los ojos sin pudor. Me desperezo boca arriba y lo veo, mi pequeña obra de arte, "el muro de las contemplaciones" como yo lo llamo. Tiene tantas cosas escritas... Sólo falta un "tú" que rompí entre medias de esa elaboración maldita. Leo pausadamente y algo despierta en mi, o quizá ya estaba antes. Ya está bien de esperar, me digo sin saber muy bien a qué me refiero. Pero me delato en seguida. Sí, ya está bien. Sigo conversando conmigo misma... Son dos meses y medio, a tres mil kilómetros de distancia, no hay más. No ha habido más, si no sueños que corrían por mi mente de una manera falsa y descarada. De una manera inocente. Cuánto tiempo más vas a esperar? Me grita mi subconsciente. Derramo una lágrima al tiempo que sé que estaba dispuesta a esperar toda una vida si fuera necesario. Sigo leyendo cada pequeña palabra que hay en el muro. Mi subconsciente, que ha pasado a ser mi consciente está realmente enfadada, enfadada porque siga creyendo en esos cuentos de princesas que nunca ocurrirán porque la vida no es así. Yo misma intento defenderme de ese pensamiento rebatiéndome que no espero que sea así sólo trato de que sea así, al menos por mi parte, no espero que él ande esperándome. Me doy cuenta de lo ridículo de esta reflexión y quiero romper a llorar, pero hay algo que me lo impide. Sigo leyendo. Repaso con la mirada las letras impregnadas de Breathe. Sigo... Sueña, imagina, confía, dan, templanza. Y comienzo a tomar conciencia, a ser realista. No va a volver. No va a aparecer. Y yo, no puedo estar para siempre esperándole. No es lógico. No es sano. De hecho, es tan insano que sí sigo esperándole y algún día vuelve, lo arruinaré todo, porque ya mis fuerzas se fueron esperándole. Quizá deba hacer algo, por él, por mi, por todos. Quizá sea hora de dejar de esperar para, de nuevo, encontrarme a mi misma.
Querido Walt Disney... No tengo nada que decir, nos has roto el corazón a todas y cada una de las niñas de mi generación. Dónde está Aladdin cuando su princesa está cansada? Cuando vienen los malos? Cuando el cuento se acaba? Dónde está él entonces? Ah, si. En busca de la lámpara maravillosa.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Sin nada mejor que hacer.


Despierto exaltada de un sueño aterrador. No sé muy bien si por las fechas que se acercan, por la serie a la que estoy enganchada últimamente, por la mezcla de ambas o por lo maravillosamente retorcida que es la mente humana. Un hospital. Tú y esa moto nueva. Tres mil kilómetros de distancia, nueve horas de viaje, dos autobuses y un avión después, me encuentro perdida allí, saliendo a tu encuentro. Maldita pesadilla. Tres días allí encerrada que se me han hecho eternos. Aún noto como pinchan los trozos de corazón que se han partido en dos. Duele. Duele casi tanto que no puedo respirar. Y yo tan lejos. A veces ni si quiera nos damos cuenta de lo corta que es la vida, de lo lejos que estamos y de lo mal que lo hacemos en determinadas ocasiones. Y otras, nos damos cuenta demasiado pronto. No podemos vivir siempre con miedo, simplemente debemos vivir, tener paciencia, esa es la lección que he aprendido en los últimos años y aún no la sé desarrollar del todo. Paciencia, porque todo llega. Paciencia porque lo que tenga que ser será. Y yo, mientras, decido esperar por si acaso volvieras, por si acaso se te ocurriera asomarte por aquí, que tengas la cama recién hecha, con las sábanas cambiadas. No sé por qué, pero lo quiero así. No por ti, si no por mí. Es una forma egoísta de amarte. Ya ves. Hoy siento que hasta mi olor ha cambiado. Puede que ya no te guste, pero como dije una vez, mientras tanto... No tengo nada mejor que hacer. Simplemente, esperarte.

Las hadas.



Entonces llega. Llega ese momento en que dudas de todo. Dudas de ti misma. Dudas del amor, de la amistad, hasta de la familia. No te crees en potestad de recibir amor porque te sientes insegura, a pesar de que día a día regales cada trozo de vida que sustentas. A pesar de todo, eso llega. Y te planteas si merece la pena seguir así, pierdes la confianza en tus semejantes, esa que tanto te ha costado conseguir. La pierdes por completo. La Fe en el Ser Humano. Empiezas a creerte aquel cuento de que la gente es mala por naturaleza y te sientes un bicho raro. Una flor en medio de un bosque que comienza a marchitarse. Quieres confiar en que existe gente maravillosa, ausente por completo de palabras como el egoísmo y que simplemente dan, sin miedo a perder, sin pudor por recibir. Y justo cuando estás a punto de perder la fe y casi rendirte, aparecen. La vida las pone ahí, como si siempre hubieran estado, como si fuera natural, como si todo lo demás hubiera sido un espejismo Vienen con brochas y pinturas de color de rosa para alegrarte los días. Quitan las goteras de tus paredes oculares y ¡zas! ¡brochazo! ¡se te iluminó la mirada! Y siguen por ahí, saltando, bailando y cantando, como las hadas... (aaaah! ahora lo entiendo! ahora entiendo cuando mi madre hablaba de sus amigas más cercanas como eso, las hadas...), y lo colorean todo, juegan, sonríen y hacen que el mundo parezca mejor. Iluminan de nuevo esa pequeña luz que estaba apunto de morir, encienden la llama que casi logra consumirse, y siguen jugando y cantando... las hadas. Con su risoterapia natural, sus conversaciones secretas, y por supuesto esa maravillosa protección que sólo ellas pueden darte ante el auténtico mal, que con alegría y buen humor, aprendes a descubrir que también existe. Hay quien no lo entiende, pero yo vivo en un continuo sueño, y por fin sé que alguien más también. Las hadas.

Gracias queridas hadas, y gracias a mi hada madrina particular, que me enseñó a creer en los sueños. Esa eres tú, mamá, la principal. Gracias de todo corazón.